Las monjas de las madres adoratrices hablan un “mañico” cerrado y me ha costado varias semanas entenderlas cuando enseñan las lecciones y menos cuando hablan en latín. Ellas dicen que tengo un gracejo saleroso al arrastrar las eses que contagia de alegría a cualquier “baturrica”. En lo que no hemos tenido problemas es en intercambiar bailes de “jotas” por “sevillanas”. ¡Cuántas alumnas me han pedido que las enseñe, me sentí reina por un día¡
El colegio ha organizado una excursión para ver la nieve en Jaca y no me he apuntado. Sor Auxilio me dijo: “A ver, María Josefa, tú que eres tan seria y estudiosa, ¿cómo es que no quieres ir? Ingenuamente he contestado toda la verdad: ¡Mi madre no tiene dinero para permitirse ese gasto¡ Al día siguiente ha sonado el timbre de la casa que ocupamos y cuando hemos abierto, mi madre y yo nos hemos topado de bruces con Sor Auxilio. Han pasado a la sala de estar y pude escuchar la conversación: ¡Le vamos a pagar el viaje y usted sólo tendrá que prepararle la fiambrera con la tortilla de patatas y el bistec, no tiene por qué preocuparse, con nosotras va segurísima¡ ¡Qué alegre me he puesto, pero que poco me ha durado¡ Al marcharse la madre superiora mi madre cerró la puerta y se volvió hacia mí hecha un huracán de furia: ¿Pero cómo se te ocurre decir que somos pobres, que bochorno y vergüenza me has hecho pasar¡
(¢) Carlos Parejo Delgado
1 comentario:
Qué bonito relato.
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