domingo, 2 de agosto de 2009

Plomo en el alma


Del útero materno de la noche
La luz nace; se expande en los espejos
Que, atónitos, contemplan el prodigio
Del alba matizando de celeste
La sima sin color del firmamento.
La luna y las estrellas se consumen
Al pie del simulacro en que se alumbran:
Liturgia sin altares ni hornacinas
Que estalla como pólvora enclaustrada
Hiriendo a la razón con sus esquirlas.
¡Qué inmensa catedral caduca y fría!
Al sur del horizonte a tumba abierta
Se cierne como arenas desgastadas,
Hurtando a uñas y dientes la esperanza,
El fiero halcón de los amigos muertos.
Carroña en su deriva, esta paloma;
Las alas de las horas son ceniza,
Y abajo, en los abismos, un mar negro,
Voraz caleidoscopio de lo ignoto,
Crepita turbios sones de sirenas.
¡De nada vale atarse en corto al mástil!;
Toda luz es simiente de sombras,
Efímero espejismo suplantando
La adusta eternidad de la cizaña
(No obstante, hiere tanto, que el dolor,
Urdiendo en su corola sin aliento

Un cuántico redoble de revólveres,
Reclama pedernales contra el vidrio).

Ilustración: Gundega Dege.

1 comentario:

Prometeo dijo...

Como siempre versos como puñales, imagenes lucidas y fulgurantes, ritmo salvajes en la plabra transfigurada...un abarzo.