sábado, 28 de abril de 2007

De salsas rosas y otros alimentos en mal estado

No suelo ver mucho la televisión. No me gusta, y prefiero dedicar mi tiempo libre a otras cosas: a escribir, a la lectura, a tomar cerveza y charlar con los amigos, o, aunque he de reconocer que hace meses que estoy muy vago, a hacer un poco de deporte. Pero, a veces, resulta casi inevitable no caer en las garras de la caja absorbe-consciencia; está por todas partes.

Ayer, en uno de esos momentos, escuché de una supuesta periodista -en realidad ave carroñera dedicada a nutrirse haciendo públicas las miserias privadas y sin interés alguno del “famoseo”- una afirmación que me resultó espeluznante: “A mí, en la facultad de periodismo, no me enseñaron que mi labor fuese la de educar al público”.

Mujer, yo hace ya tiempo que me recuperé de los traumatismos de pronóstico reservado por los que me vi afectado cuando me caí del guindo, y, por lo tanto, soy perfectamente consciente de que, hoy día, el objetivo fundamental de la mayoría de los medios de comunicación de masas -medios de difusión masiva interesada, los llama un buen amigo mío- no es otro que el de obtener beneficios económicos o, en el caso de los públicos, rentabilidad política. Pero tampoco se me escapa -a pesar de tener muy claro el hecho de vivir en un mundo definido por el enorme y sangrante abismo abierto entre filosofías y prácticas- que la teoría nos dice que la labor de los mass media -que independientemente de su titularidad pública o privada siempre habrían de tener un fin social-, así como la de los profesionales que los atienden, debería ser la de formar e informar al ciudadano; y esto forma parte de la educación, ¿no? Así que, o bien a la buena moza deberían haberle cascado un suspenso en forma de círculo patatero, o las facultades de periodismo en esta sufrida piel de toro no son más que una puñetera mierda. Aunque, en la práctica, es muy probable que le otorgaran un cum laude.

Menos mal que, a veces, uno se lleva también sorpresas agradables respecto a los haceres periodísticos, como la que tuve ayer mismo al descubrir “casualmente” la magnífica bitácora de Magdalena Bandera.

Ya sabe, busque, compare… que al ciudadano pasivo se la meten doblá.

1 comentario:

Anónimo dijo...

HACE AÑOS YA QUE les dije a mis hijos que a determinados programas no se les debe dedicar ni un segundo de tu vida, no se puede malgastar de esa manera, pese a que haya gente que diga que lo ve porque ... se ríe con ellos. Lamentable. PAQUITA