Buenas noches. Bienvenidas y muchas gracias por acudir en esta noche del Día de la Mujer Trabajadora a la inauguración de esta exposición de pintura y poesía -no nos olvidemos de la poesía- de una mujer, de un ser humano excepcional, como es Mar Sánchez.
Día de la mujer trabajadora, que es el día de todas las mujeres. Porque todas las mujeres, todas, de un modo u otro -o de varios-, se pasan gran parte de su vida dedicadas al trabajo.
Que es también el día de todos los hombres que –aunque todavía imbuidos por la rémora del machismo, una lacra en la que llevamos siendo maleducados desde siempre y que aún nos costará mucho tiempo y esfuerzo erradicar– creemos firmemente que debemos transitar, codo con codo junto con las mujeres, por el camino que nos lleve hacia la igualdad sin discriminación por motivo alguno, entre ellos el de género o sexo.
De todas las personas que he conocido a lo largo de mi vida, hay dos que me han sorprendido y que nunca me cansaré de mencionar y destacar por su amor a la vida y por no haber dejado de trabajar un sólo instante de manera incansable por el objeto y los sujetos de su amor. Una fue Manuela Rejas, que amó como nadie a la magia; y la otra es Mar Sánchez, cuyo objeto de amor es la pintura. Y la poesía, no nos olvidemos de la poesía.
Me voy a tomar la libertad de hablar en primer lugar de Manuela Rejas, unida a Mar, aunque nunca llegaron a coincidir, por muchas cosas, entre otras su afición por la pintura y las letras. Manuela nació en Moralzarzal, un pueblecito de Madrid, en 1924, y siendo todavía muy niña tuvo claro lo que quería ser en la vida: ¡MAGA!
Pero estalló la guerra y, tras ella, los españoles tuvimos que sufrir durante décadas la ignominia de la Dictadura del nacionalcatolicismo franquista. Una dictadura que arrancó de cuajo gran parte de los derechos conquistados a lo largo de cuánto tiempo por los pueblos de España, y en especial los de sus mujeres.
Así, Manuela, o la que algo después sería la maga Violeta, no lo tuvo nada fácil. ¡Una adolescente que quería ser maga en una sociedad mojigata y machista hasta las heces, que condenaba a la mujer al rol exclusivo de ama de casa¡ -eufemismo de esclava por aquel entonces. Maga; ¡menuda herejía! Y, para más INRI, de familia atea y republicana.
Pero Manuela no cejó en su empeño y con tan sólo 16 años llegó a ser la primer mujer con carné de ilusionista en España, profesión y vocación que, en el contexto de una vida que nunca dejó de estar plagada de obstáculos y dificultadas, estuvo ejerciendo de manera incansable casi hasta el final de sus días.
La maga Violeta, que nos dejó un 6 de marzo, hace ahora cuatro años, y cuyas cenizas fueron depositadas, según su última voluntad, en las aguas del río Órbigo, dos días después, un día de la mujer trabajadora. Sin duda, Manuela merecía que su última voluntad se cumpliese en fecha tan señalada para todas aquellas que nos sentimos comprometidas con la igualdad plena de derechos sin discriminación alguna.
Justo 4 años después de que las cenizas de Manuela fertilizasen las aguas del Órbigo para preñar las del planeta de magia, nos encontramos aquí, en este Día de la Mujer trabajadora, para continuar rindiendo pleitesía a lo mágico. Porque la obra de Mar es magia. Y es que Mar es una maga del pincel y las palabras sin truco ni cartón. Y de la vida.
Hace ahora apenas un mes fue presentado en Marbella un libro con ilustraciones y poemas de un buen amigo, Agustín Casado, pintor y hacedor de ripios, como a él mismo le gusta definirse, que lleva por título "Versos pintados, pintura rimada". Versos pintados y pintura rimada; ¡pura magia!
Como pura magia son estos "Trozos de verticalidad cotidiana", estos pedazos de alma, estos cuadros endecasílabos y poemas al óleo de nuestra muy querida y admirada Mar Sánchez. Porque Mar también ha tenido y tiene que enfrentarse a una vida colmada de dificultades, tantas que la mayoría nos hubiésemos rendido hace ya mucho.
Dificultades, unas, que no tienen que ver con que Mar sea mujer, que podrían cruzarse en el camino de cualquiera independientemente de sus sexo; y otras porque, pese a que resulta innegable que hasta hace poco habíamos avanzado mucho y de manera continua en el terreno de la igualdad desde la muerte del dictador genocida que nos toco en este país en mala suerte, aún estamos muy lejos de alcanzar la igualdad definitiva que nos equipare a mujeres y hombres en cuanto a deberes y derechos.
Si, muchas, la mayoría ya nos habríamos rendido. Pero Mar, no. No se ha rendido ni ser rinde ni se rendirá hasta su último aliento. Porque Mar ama la vida, la pintura, la poesía, y es una trabajadora incansable en su vocación irrenunciable de honrar permanentemente todo aquello a lo que ama.
Y, si fuésemos inmortales, como lo son los dioses inexistentes, Mar acabaría por ser una de las más grandes pintoras de la Historia. Trabajo y amor: esos son sus secretos. Lucha y lucha y más lucha.
Tomemos ejemplo, compañeras, de Mar y Manuela. No sólo para honrar a Mar y a Manuela, sino también a todas aquellas mujeres que nunca se rindieron, que nunca escatimaron esfuerzos y fueron el referente imprescindible en el camino hacia la igualdad, hacia el amor, hacia la vida. Tomemos ejemplo y luchemos.
Porque hoy, cuando las alimañas del nacionalcatolicismo han vuelto tratando de imponer una moral -doble e hipócrita moral en muchos casos la suya- que debería ceñirse al ámbito exclusivo y muy íntimo de lo personal, al conjunto de lo público mediante la prostitución de las leyes y la justicia; hoy, cuando se pretende relegar una vez más a la mujer al exclusivo y humillante rol de "casarse y ser sumisa"; es más necesario que nunca desde los inicios de nuestra ahora ya agonizante Democracia.
Tomemos ejemplo y luchemos, con amor y trabajo y amor y trabajo y amor y trabajo, para que en el futuro, un futuro pleno de igualdad, no sea necesario celebrar -sinónimo en estos casos de reivindicación- ya más el Día de la Mujer Trabajadora.
Tomemos ejemplo y demos gracias. Gracias Manuela. Gracias Mar. Os queremos.
Muchas gracias y buenas noches.