El silencio es versátil.
Está el silencio puro, ese diamante
sin tara ni motivos,
insólito y fecundo
como una sinfonía a la alegría;
y luego está el silencio,
el lóbrego silencio
por acción u omisión, ciénaga estéril
más honda y desabrida que el Leteo.
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