viernes, 21 de enero de 2011

La ausente (XXV)


Los ojos del olvido son un pozo de sangre. Cautivos de sus olas, los sueños chapotean crudamente, ahogándose en la hirsuta mortaja del insomnio (no hay fondo que detenga la caída, quebrando el espinazo a los deseos, unciendo la agonía del aliento, descoyuntando el cántico). En sus vastas pupilas no maduró la espiga, pero se pudre el fruto: siempre queda una brizna de sal ungida al iris que conduce al abismo. Al pie del pedestal del horizonte –acotado y vacío-, la ausencia usurpa el nombre de una mártir locuaz como el pan tierno; no cabe más estruendo en los despojos sumidos en la hiel de los espejos. Los ojos del olvido son estrellas oscuras en la noche más estéril. Se extingue el firmamento.

1 comentario:

Milena dijo...

Muy bueno, Rafa.

Es lo peor , pudrirse el fruto antes de haber nacido
¡Qué dolorosas que son esas ausencias!

abracitos