Soñé que teníamos una cita insólita. Dejaste en la consigna tu teléfono móvil, tu reloj y toda tu documentación oficial. Pasaste por un escáner inteligente. Leyó tu cerebro y borró selectiva y temporalmente todas tus citas y obligaciones contraídas en las próximas cuarenta y ocho horas, así como todos los actos y comportamientos premeditados que traías contigo.
Nos vimos frente a frente, al desnudo, sin radios, ni videos, ni televisores ni ordenadores. En un hogar refugio donde la tecnología se había eliminado al máximo.
Y a la luz del sol, y luego de las velas, charlamos de lo divino y lo humano, sin prisas, sin horas ni minutos. Hubo pausas de silencios significativos para contemplar el transcurrir del astro solar durante el día y el deambular de la luna por el cielo nocturno. El nuestro fue un encuentro como el de Orfeo y Eurídice, el de Don Quijote y Dulcinea, y tantos otros que no conocieron este paraíso tecnológico.
(¢) Carlos Parejo Delgado
1 comentario:
¡ Qué bonito !
Esos sueños, atrápalos...! Qué miedo nos dan las distancias cortas y sin embargo, ¡ cómo se necesitan !
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