A mejor no pensarlo
cuántos metros de altura
se ve lo que se ve
y se intuye lo oculto
por la turbia distancia
con otra perspectiva.
"Hay que saltar" -rotundo,
sentencia el monitor-,
y, a pesar del espanto,
con coraje atacamos
el vacío; ¡es tan grande
el afán melancólico
por tornar a la urdimbre
del aroma impostado
de la greda y las flores!
Pero, tras vislumbrar
la evidencia que emerge
de las grandes escalas,
hogares y trayectos
acontecen distintos
bajo un manto tupido
y misceláneo de hojas
secas, légamo y nieve.
1 comentario:
Quién fuera ave para sentir el placer de aterrizar suavemente una y otra vez entre prados y flores
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