El próximo día 27 de mayo, los ciudadanos tendremos la oportunidad y, en mi opinión, el deber, de decidir con nuestro voto la composición del gobierno de cada uno de los Ayuntamientos de España y de un buen número de Comunidades Autónomas. ¡Hala!, ya está éste aquí para largarnos un pesado mitin electoral y pedirnos el voto para los suyos, pensaréis algunos. Nada más lejos de mi intención. No pretendo dar un mitin, aunque sí pedir que se acuda a votar; sin más, sin tratar de orientar el sentido del voto de cada cual.
He de reconocer, lo cual tampoco me supone un gran esfuerzo, que el panorama político español, permanentemente en candelero con motivo de cada vez un mayor número de casos de corrupción o abusos de poder, y por la jaula de grillos desafinados y maleducados en la que han terminado derivando la mayoría de los debates partidistas y sin ideas que protagonizan nuestros políticos profesionales en la actualidad, no invita a la participación ciudadana en ningún tipo de evento democrático, ya sea entendida la democracia como cuestión meramente representativa, o con el añadido, para nada baladí, de una verdadera participación ciudadana activa en la toma de decisiones diaria sobre los asuntos de gobierno que les conciernen; que para la democracia social (por tratar de definir esto último con pocas palabras y aún menos matices, se podría ejemplificar diciendo que consiste en que todos y cada uno de los ciudadanos no sólo tengamos el derecho abstracto a, por ejemplo, una vivienda y un trabajo dignos, sino en que, además y sobre todo, lo disfrutemos de hecho) aún falta mucho, y el que se alcance o no depende muy mucho del mejor o peor funcionamiento de las dos patas democráticas anteriormente citadas.
Pero, ¿cómo deberíamos actuar ante éste cúmulo pegajoso de despropósitos y abusos políticos para tratar de atajarlos antes de que terminen por pudrir definitivamente nuestra precaria y enfermiza democracia? Pues, en mi modesta opinión, el mayor logro democrático al que podríamos aspirar los ciudadanos en lo inmediato, es decir en esa ya tan próxima cita electoral, sería el que en esa fecha la participación fuese masiva. Un logro democrático que le metería el miedo en el cuerpo, o al menos cierta inquietud, a más de un malayo prevaricador en el marco de sus actuaciones públicas. Eso sí que sería un contundente mensaje por parte de la ciudadanía que haría a más de un choricete reflexionar y pensarse las cosas dos veces antes de cometer cualquier barrabasada. Porque a los políticos corruptos o, al menos, pusilánimes y mediocres, lo que les interesa es tener bien metido en el redil a un rebaño de borregos en silencio, a unos ciudadanos desencantados y alejados de la política, para así poder tener las manos libres para hacer y deshacer a su antojo –o al antojo de otros. Ahora bien, si todos y cada uno de los ciudadanos nos presentásemos el próximo día 27 a las urnas y dijésemos: “señores, se os acabo el ancha es Castilla, aquí estamos, para decidir en democracia con nuestro voto, pero no sólo para eso, pues, a partir de mañana y cada día, vamos a luchar con todas nuestras fuerzas para seguir participando en las decisiones de la res pública, para seguir exigiendo, porque nosotros, señores, también somos políticos, los políticos más importantes, los políticos de la base social de la que vosotros no sois más que meros servidores”, como decía, si les enviásemos este mensaje, entonces, estaríamos contribuyendo a situar a los políticos profesionales en el lugar que corresponde, y que todos los ciudadanos, a partir de ese momento, comenzaríamos a merecernos.
Sin embargo, nos encontramos en un contexto en el que lo más avanzado, lo más de vanguardia, lo más revolucionario, si me apuran, para ir construyendo una democracia sólida, parece ser el reclamar que no se acuda a votar, el abandonar la escasa participación que aún nos permite ejercer la maquinaria institucional y de partido, en lugar de reclamar una participación más plena. Espero no molestar con la siguiente afirmación a algunos amigos que defienden esa idea desde una buena voluntad incuestionable, porque en ningún caso es mi intención ofender o hacer sangre. Pero no puedo dejar de decir que tengo el firme convencimiento de que estos aires que corren difundiendo el potencial revolucionario y de cambio del pasotismo ciudadano en asuntos de política, en realidad, aunque no se lo parezca a los mismos que hinchan sus velas con ellos, constituyen un peligroso germen reaccionario e involucionista que puede terminar dando al traste con nuestra debilitada democracia formal, para convertirla de facto en un férreo y asfixiante totalitarismo plutocrático oculto tras la máscara de una ficticia democracia; que mucho de eso tenemos ya.
Así que reflexionemos seria y profundamente, no ya sobre el sentido de nuestro voto el próximo día 27, sino sobre la oportunidad y conveniencia de acudir o no a esta cita electoral. Y tratemos de hacer una evaluación prospectiva sobre las consecuencias de tomar una u otra decisión, pero sin quedarnos anclados en el, por otra parte entendible, rencor ciudadano hacia una clase política, con sus muchas excepciones, cada vez más vaga, mediocre y que nos salpica continuamente del veneno que mana a borbotones por el altamente tóxico aguijón de la corrupción. Y, después, que cada cual haga lo que le plazca y considere más conveniente para todos los ciudadanos y el avance de la democracia.
He de reconocer, lo cual tampoco me supone un gran esfuerzo, que el panorama político español, permanentemente en candelero con motivo de cada vez un mayor número de casos de corrupción o abusos de poder, y por la jaula de grillos desafinados y maleducados en la que han terminado derivando la mayoría de los debates partidistas y sin ideas que protagonizan nuestros políticos profesionales en la actualidad, no invita a la participación ciudadana en ningún tipo de evento democrático, ya sea entendida la democracia como cuestión meramente representativa, o con el añadido, para nada baladí, de una verdadera participación ciudadana activa en la toma de decisiones diaria sobre los asuntos de gobierno que les conciernen; que para la democracia social (por tratar de definir esto último con pocas palabras y aún menos matices, se podría ejemplificar diciendo que consiste en que todos y cada uno de los ciudadanos no sólo tengamos el derecho abstracto a, por ejemplo, una vivienda y un trabajo dignos, sino en que, además y sobre todo, lo disfrutemos de hecho) aún falta mucho, y el que se alcance o no depende muy mucho del mejor o peor funcionamiento de las dos patas democráticas anteriormente citadas.
Pero, ¿cómo deberíamos actuar ante éste cúmulo pegajoso de despropósitos y abusos políticos para tratar de atajarlos antes de que terminen por pudrir definitivamente nuestra precaria y enfermiza democracia? Pues, en mi modesta opinión, el mayor logro democrático al que podríamos aspirar los ciudadanos en lo inmediato, es decir en esa ya tan próxima cita electoral, sería el que en esa fecha la participación fuese masiva. Un logro democrático que le metería el miedo en el cuerpo, o al menos cierta inquietud, a más de un malayo prevaricador en el marco de sus actuaciones públicas. Eso sí que sería un contundente mensaje por parte de la ciudadanía que haría a más de un choricete reflexionar y pensarse las cosas dos veces antes de cometer cualquier barrabasada. Porque a los políticos corruptos o, al menos, pusilánimes y mediocres, lo que les interesa es tener bien metido en el redil a un rebaño de borregos en silencio, a unos ciudadanos desencantados y alejados de la política, para así poder tener las manos libres para hacer y deshacer a su antojo –o al antojo de otros. Ahora bien, si todos y cada uno de los ciudadanos nos presentásemos el próximo día 27 a las urnas y dijésemos: “señores, se os acabo el ancha es Castilla, aquí estamos, para decidir en democracia con nuestro voto, pero no sólo para eso, pues, a partir de mañana y cada día, vamos a luchar con todas nuestras fuerzas para seguir participando en las decisiones de la res pública, para seguir exigiendo, porque nosotros, señores, también somos políticos, los políticos más importantes, los políticos de la base social de la que vosotros no sois más que meros servidores”, como decía, si les enviásemos este mensaje, entonces, estaríamos contribuyendo a situar a los políticos profesionales en el lugar que corresponde, y que todos los ciudadanos, a partir de ese momento, comenzaríamos a merecernos.
Sin embargo, nos encontramos en un contexto en el que lo más avanzado, lo más de vanguardia, lo más revolucionario, si me apuran, para ir construyendo una democracia sólida, parece ser el reclamar que no se acuda a votar, el abandonar la escasa participación que aún nos permite ejercer la maquinaria institucional y de partido, en lugar de reclamar una participación más plena. Espero no molestar con la siguiente afirmación a algunos amigos que defienden esa idea desde una buena voluntad incuestionable, porque en ningún caso es mi intención ofender o hacer sangre. Pero no puedo dejar de decir que tengo el firme convencimiento de que estos aires que corren difundiendo el potencial revolucionario y de cambio del pasotismo ciudadano en asuntos de política, en realidad, aunque no se lo parezca a los mismos que hinchan sus velas con ellos, constituyen un peligroso germen reaccionario e involucionista que puede terminar dando al traste con nuestra debilitada democracia formal, para convertirla de facto en un férreo y asfixiante totalitarismo plutocrático oculto tras la máscara de una ficticia democracia; que mucho de eso tenemos ya.
Así que reflexionemos seria y profundamente, no ya sobre el sentido de nuestro voto el próximo día 27, sino sobre la oportunidad y conveniencia de acudir o no a esta cita electoral. Y tratemos de hacer una evaluación prospectiva sobre las consecuencias de tomar una u otra decisión, pero sin quedarnos anclados en el, por otra parte entendible, rencor ciudadano hacia una clase política, con sus muchas excepciones, cada vez más vaga, mediocre y que nos salpica continuamente del veneno que mana a borbotones por el altamente tóxico aguijón de la corrupción. Y, después, que cada cual haga lo que le plazca y considere más conveniente para todos los ciudadanos y el avance de la democracia.
6 comentarios:
Pues que ... joder con los sitemas informáticos, me había yo confeccionado una respuesta ... regular y nada, que no iba, así que ahora ... sólo digo que: simepre voté y ahora ... ahora volveré a hacerlo, y como casi siempre, al que menos me disguste, pero NUNCA a la derecha derecha -léase PP- Besos recalcitrantes ¿será eso lo que quería poner? PAQUITA
simepre(...)
Mal ... no es eso, sino !Siempre!
that is, that is.... but, va a ser que sí... me da, en mi caso.
Aunque me gustaría encontrarme con aquello de lo vocacional por lo público, por la tarea bien hecha, por la responsabilidad, por la recuperación del binomio ética-política ¿existió alguna vez verdaderamente?
Enfín... qué voy a contaros de nuevo.
Chaíto pasaroslo bien en esa convocatoria de esta tarde, seguro que será una concentración más chispeante y divertida que la del 27.
Brindis y me queda penita, de no votar con vosotros hoy, je je
Paquita.....
qué risa....
besos
A PAQUITA:
Lo de la risa es porque hemos coincidido en el justo momento de emitir el voto, digo, el comentario,je, y me ha hecho gracia; cuando le dí a publicar, me encontré con la coincidencia de la publicación de los tuyos
Ya me voy que me voy a hacer "mu pesá "
Abrazos
Encantada de "verte". Besos Milena ... de PAQUITA
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