Bestiario (VII)

(Kāmadeva)

Llevo una fiera suelta
Galopando con su sombra en mis latidos.
Maneja sus dardos con fatal irreverencia
Impasible ante lo estéril de la sangre derramada.
De sus alas de mar engendradas
En la cópula feroz del amor con la tragedia,
Penden nubes saturadas de incierto, y una lluvia,
Negrísima, amenaza, tras el filo de sus plumas acero
-acero cortando el viento- el frágil decoro de los párpados.
Saetas de aroma a flores y un encordado de abejas
Se ciernen sobre el pecho en carne viva
Como celda torturando las entrañas de alfileres, y el miedo,
Siempre el miedo, cauteriza con su aliento los templados flujos del torrente
Que es la carencia sin curso a una mar como destino.

Arde, arde, Kāmadeva!
Y que tu ceniza amarga
Siempre helada permanezca

(Son mejores los glaciares
A tu imagen sin esencia).