De nuevo, un año más, por estas fechas nos vemos obligados –el sistema– a traer a la memoria el nacimiento de un presunto arquitecto –un salvador– de horizontes sin mácula, que fracasó en su empresa. Qué estupidez. Como si no naciesen muriéndose y muriesen cada día cuántos intrascendentes fracasados. Más tarde, el cambio de año; brindar por los ausentes. O no hacerlo tratando de olvidar –ese imposible. Tan sólo un día más, ni más ni menos, para que nada cambie. Nada que celebrar: se pasa el tiempo. Pero estallan de júbilo los tristes al son de un artificio pirotécnico que, efímero, se funde al cielo huero. Qué largas estas fiestas.
1 comentario:
Anónimo
dijo...
Los jóvenes, henchidos de esperanza o fieles seguidores de la alegría oficial, se emborrachan e intentan divertirse. Los maduritos se tornan melancólicos y los mayores incluso lloran
La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
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Los jóvenes, henchidos de esperanza o fieles seguidores de la alegría oficial, se emborrachan e intentan divertirse. Los maduritos se tornan melancólicos y los mayores incluso lloran
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