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Me anego con los días soleados
de un pánico a la luz que hostil se adentra
celeste en la pupila y la atormenta
incluso con los párpados cerrados.
E invoco, con los ojos atestados
de llanto, el ulular de una tormenta
que venga a dar sosiego, macilenta,
a mi alma con sus grises enlutados.
Mas vanos son mis ruegos; el desierto
que habito nunca supo, el cielo abierto,
de niebla, nube, sombra, eclipse o noche;
y eterna se derrama con derroche
de dos soles sobre él la luz gemela,
recuerdo, insomnio, espanto, duelo, esquela.
3 comentarios:
Me gusta, tienes un estilo Becqueriano...que admiro mucho. Publica tus poemas que son productos de tu alma...tienen belleza innata y musicalidad.
Felicitación
Los grises enlutados de las almas suelen inspirar estos versos.
Besos Rafa
Erase un meridional ahito de sol que envidiaba a un británico, fatigado de nieblas y lluvias...
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