lunes, 11 de diciembre de 2017

Historias de la calle Alfarería — Crudo invierno II (24). (Carlos Parejo)


Amanece un nuevo día. El ambiente está como inmóvil de tan friolento y húmedo. Los pájaros se resguardan en sus nidos, ni pían ni vuelan. El silencio es sepulcral. Don Antonio “El Pelao” aprovecha el primer rayo de un debilucho sol para aposentarse en el banco delantero de la guardería El Trianito. Desde este observatorio se distrae viendo la gente pasar.

Transcurridas varias horas realiza un primer escrutinio. Predominan las prendas de plásticos acolchados. Y medita al respecto: ¡Los países de la OPEP que importan el petróleo con que las fabrican, y nuestras refinerías, estarán de enhorabuena; los ecologistas contrarios al cambio climático del Planeta, se sentirán más preocupados! Pero de pronto brilla en sus ojos una esperanza. De las sencillas casas patio salen vecinos vestidos a la antigua, con sus prendas de lana de toda la vida. ¡Aún les queda algo de futuro a los esquiladores, fábricas de hilaturas y confeccionistas, que viven de la lana de la oveja merina ibérica! Los nuevos pisos de lujo de en medio de la calle Alfarería ven salir a dos señoras con sus abrigos de pieles, y le invitan a una tercera reflexión trascendente: ¡Cuántos zorros y martas cibelinas se crían y son sacrificados anualmente para que estas mujeres vistan elegantemente! Hasta el mediodía el frío es tan húmedo y cortante como un cuchillo. Ahora casi todos los transeúntes van tocados de cabeza y cuello. Aquí es donde mejor se ve cómo se ha globalizado el pequeño mundo de la calle Alfarería. Las cristianas evangélicas van a misa ataviadas con sus gorros rusos, cuadrados y con orejeras. Las gitanas rumanas, en cambio, llevan sus pañuelos floreados mientras recogen lo útil y valioso de las basuras. Muchos jóvenes se coronan con gorros de esquiar y pasamontañas como si estuvieran haciendo deporte en la estación invernal de Sierra Nevada. Hay también, entre las jovencitas, muchas coloridas boinas de lana. Los viejecitos optan por las boinas de tela –lisas o a cuadritos- y los sombreros mascota, siguiendo las costumbres ancestrales del campesino pueblo andaluz.

(¢) Carlos Parejo Delgado

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