"Me voy, me voy, me voy, pero me quedo,
pero me voy, desierto y sin arena:
adiós, amor, adiós, hasta la muerte."
Miguel Hernández
Diciendo cian, si acaso me atreviera
a decirlo, tu nombre
se alzaría en mis labios
como una flor de luz
nutricia en los trigales agostados
por el magma naranja de la vida a destiempo.
Pero lo callo y sueño
violetas de hambre y bruma, y amarillos
de sequía y distancia —muerte en vida.
Y digo azul y digo asfixia —ausencia—
y no recuerdo el modo —quizás nunca lo supe—
para, nombrando el verde,
sorber, en el rocío,
al alba, unas migajas de esperanza.
Y temo decir rojo —la herida sigue abierta—
y caigo en un abismo
de silencio y coágulos
de gangrena y tinieblas.
(La lluvia sigue, oscura
de ergástulas y eclipses,
cayendo como un rayo que no cesa,
pudriendo entre sus dedos de barro, mar y cielo).
Fotografía: “Lucky Strike”, de Greg McCown
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