Llegamos tarde. Pero nadie pudo ver como nos colábamos por las rendijas de las persianas. Ocupamos nuestro lugar y aquella naturaleza helada y putrefacta comenzó a tomar color y aroma. Como siempre hasta entonces. El silencio, no obstante, era absoluto. Luego empezó a llover y se hizo el estrépito: un himno de emboscadas y patriotas sedientos de venganza. Tuvimos que escapar de allí llorando. Era jueves e invierno y todo quedó a oscuras. Pero ya pasó el tiempo de sentirnos culpables.
La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
1 comentario:
Entre el silencio y el estrépito, magnífica terapia. No nos sentiremos culpables, faltaría más.
Magnífico texto, te felicito.
Francesc Cornadó
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