Alegan sin escrúpulos
o peor aun como loros sin sesera
–¡Oh qué honda reflexión, merece tanto!–,
cuestiones de carácter filosófico
para justificar el alto precio
de ideas vagas sin forma.
Pero esto no es filosofía, es otro
asunto que requiere
de cincel y martillo, amén de idea,
para abrir, sin caer en la impostura,
las puertas del Parnaso
y acaso, si la suerte no es esquiva,
una cuenta corriente
prosaica y sustanciosa.
Por poner un ejemplo y, si se tercia,
hacer un buen negocio:
Si me masturbo a ciegas
en tanto amargamente reflexiono
sobre encuentro y olvido, orgasmo y muerte,
y dejo con el semen derramado
un cerco tan estéril
como informe en las sábanas,
¿merecerán acaso estas un día
ser objeto de culto o alcanzar
el mínimo valor en los mercados?
Qué quieren que les diga, no lo creo.
(No obstante, si hay quien piensa
que pueden hacer juego en su pared
sobre una meditada ratonera,
estoy dispuesto a hablar tanto de precio
como de la mejor forma de pago).
Imagen (repetida en breve tiempo): "Esperando a Tom",
de Juan Muñoz.
La flor del tabaco
-
*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
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