Extraviado en los límites
de un eclipse de tiempo,
hay algo de agua y algas en la boca
de sal del desterrado. Con la noche,
piedras abominables caen del vano
sarcófago espectral del firmamento
y se hunden en la mar alzando oníricas
columnas de oraciones execrables.
No habrá misericordia; falta al
cántico
el ánimo caudal que se requiere
para enfrentarse airoso a la ordalía
blasfema y sofocante del silencio.
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