Se escurre entre mis dedos,
como agua hedionda y turbia de cloaca,
todo el destiempo de este mundo. Tiene
la piel de frío azogue, ojos metálicos
y un timbre áspero y denso
de voz que ya no alcanzo a distinguir
de la hiel del silencio.
Las fuerzas me abandonan; pronto caerá la máscara,
y morderán las ratas los rescoldos
–hijos sin fe de un sueño sin vigilia–
de luz que arde en mis labios:
Y nada –ni el dolor–
habrá nunca existido.
como agua hedionda y turbia de cloaca,
todo el destiempo de este mundo. Tiene
la piel de frío azogue, ojos metálicos
y un timbre áspero y denso
de voz que ya no alcanzo a distinguir
de la hiel del silencio.
Las fuerzas me abandonan; pronto caerá la máscara,
y morderán las ratas los rescoldos
–hijos sin fe de un sueño sin vigilia–
de luz que arde en mis labios:
Y nada –ni el dolor–
habrá nunca existido.
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