Inerme ante el patíbulo, silencio en el silencio, se declara culpable. No alcanza a comprender cual fue su crimen, pero intuye no es tiempo de clemencia, ni de arduas revisiones de condena. Su fe es un laberinto en el vacío: sediento de liturgias, se envenena lamiendo la salmuera que destilan altares en ruina a los que el viento voló, pagano y lóbrego, las alas. Las piernas le flaquean, pero canta aquel antiguo blues de cementerio que anega cada noche su sepulcro. Suplica a su verdugo con vehemencia, que no vende sus ojos, para ver apagarse, con su aliento, la luz inmemorial de lo celeste. Qué terca la esperanza del que, ciego, penumbra en la penumbra, humo en la noche, jamás podrá gozar su última aurora. El hacha del desdén tala sus párpados. Letal se hace la noche.
sábado, 31 de diciembre de 2011
viernes, 30 de diciembre de 2011
Adelantamiento por la derecha
“Bienvenido al desierto de lo real.”
Morfeo, en Matrix.
Qué habrá de ser mañana del poema.
Qué habrá de no ser o de ser cuando, en la víspera,
ya no es más que una bolsa de plástico amarillo
fundida a la cabeza de un ensueño
con ansias de suicida.
Camina tras sus pasos, en la ciudad cansada,
con el alma en los pies, pisando restos
de mapas sin leyenda, tropezando
con la arena gastada que, mezquinas,
le han legado en herencia las ruinas
del verbo despojado de su aliento.
No puede huir de sí -se va pisando los talones-;
tampoco darse alcance uncido al yugo
de la palabra exánime y sin eco.
No sueña ya el poema, vaga insomne
dentro de un laberinto sin confines
poblado de cadáveres seráficos
ganados por la fe de Mefistófeles
-su hiel huele a penumbras.
La lluvia, contumaz y obscena, cae.
La noche está estrellada y cae la lluvia,
hirsuta y corrosiva, diluyendo
en un charco atestado de salitre
el fatuo titilar del fuego cósmico,
y nace de su coito con las sombras
un lóbrego arco iris que amortaja
el grito en alma viva de una lágrima.
Qué habrá de ser mañana del poeta.
Qué habrá de no ser o de ser cuando, en la víspera,
no encuentra ya un motivo que dé aliento
al légamo suicida del poema.
jueves, 29 de diciembre de 2011
Tribulaciones de una crisálida (XXVI)
Le pasan por encima como un viento de vidrio las esquirlas del pasado, postrándolo de bruces sobre un charco de arena desgastada y polvo seco. Rebusca sus pupilas eclipsadas, mirándose en las ruinas del azogue, y sólo halla una sombra que lo nombra, como una maldición desde el silencio. Se palpa y no se siente, es un espectro, las heces intangibles y sin alma de un ansia no nacida que se ha muerto. Se afana por aullar, pero el aullido se agarra, luna vieja, a su garganta, y ahogado se abandona a la mortaja de herrumbre que lo abisma en sus adentros.
miércoles, 28 de diciembre de 2011
Desolación
(el yerto palpitar de la memoria)
No haberte conocido.
Cómo iba a sospechar
todo este tiempo atrás
de buscarte y perderte
sin haberte encontrado,
que un día este sería
mi más grande deseo.
Que rogaría al cielo,
sabiéndolo aun vacío,
que todos estos años
tan sólo hubiesen sido
un espantoso sueño
del que, al llegar el bálsamo
cordial de la vigilia,
no queda más que un trémulo
y vacuo sudor frío.
Que invocaría al diablo,
que habita mis adentros,
como un endemoniado,
para entregarle mi alma
a cambio del olvido.
No haberte conocido.
Para poder vivir
-porque esto ya no es vida-
sin esta desazón
de saber con certeza
que hasta el fin de mis días,
no seré para ti
ni un ignorado espectro,
intangible y ausente,
que, a pesar de cargarte,
exánime y sin fuerzas,
sin tregua en la memoria,
ya no te reconoce.
No haberte conocido.
Para acaso tener
un día la ocasión
-la que nunca gocé
ni jamás gozaré-
prodigiosa y sublime
de poder conocerte,
no habernos conocido.
No haberte conocido.
No haberte conocido.
No haberte conocido.
No haberte
conocido.
Tribulaciones de una crisálida (XXV)
martes, 27 de diciembre de 2011
lunes, 26 de diciembre de 2011
Eppur si muove
El sueño de una noche de silencio
Quiero que sepa usted, amiga mía,
que la pasada noche,
la he visitado en sueños. No me lo tome a mal;
prometo que no ha sido pornográfico,
ni tan siquiera erótico... fue mucho más que eso:
usted me recibió, a sonrisa abierta,
vestida de palabras luminosas
-palabras bien medidas de poeta-,
batiendo verso a verso en retirada
al lóbrego fantasma del silencio.
Haciéndome sentir que sigo vivo,
que no soy un espectro, y aún merezco
cantar y que mi canto no se extinga
ahogado en el vacío sin un eco
que, lúcido y cordial, le dé sentido.
¡Jamás un sueño pudo ser tan bello!
Y si le hablo de usted
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . para contárselo,
es porque de no hacerlo de este modo,
no sé qué ocurriría,
y ya no tengo edad, valor ni fuerzas
para, poniendo en juego el corazón,
volver a enamorarme.
Relatos versímiles (22): Paula (Carlos Parejo)
La reunión familiar navideña le resultaba insoportable a sus catorce años. Esquinada en un ángulo de la larga mesa, no tenía tiempo para nadie más que no fueran los personajes que pululaban por la pequeña pantalla, de la que sólo separaba la vista para dar espaciosos bocados.
Por su intensa, reconcentrada y emocionada expresión se lo tenía que estar pasando la mar de bien con aquellos seres virtuales.
Las sorpresas y premios que le deparaba la aventura propuesta por aquella miniatura de maquinita electrónica, le atraían más que la incierta felicidad de intentar divertirse y tener una jugosa charla con el resto de los miembros del clan. Siendo la única chica de corta edad lo consideraba el mejor remedio para no sentirse sola. Jugando con la maquinita todo era más fácil y rápidamente emotivo. Y no corría riesgo alguno.
No había contacto carnal con la barba rasposa de sus tíos y abuelos, ni la profusión de miradas y risitas empalagosas con las mujeres mayores. Tampoco tenía que transparentar la amargura de sus sentimientos y fingir reír cuando lo que quería era perderse de marcha toda la noche con su pandilla. Incluso, si se aburría o fastidiaba con tanto juego virtual, bastaba con pulsar un botón y apagarla, atender un rato a las tonterías reales que se decían en la mesa, y rápidamente le venía otra vez el deseo de desconectar.
Por su intensa, reconcentrada y emocionada expresión se lo tenía que estar pasando la mar de bien con aquellos seres virtuales.
Las sorpresas y premios que le deparaba la aventura propuesta por aquella miniatura de maquinita electrónica, le atraían más que la incierta felicidad de intentar divertirse y tener una jugosa charla con el resto de los miembros del clan. Siendo la única chica de corta edad lo consideraba el mejor remedio para no sentirse sola. Jugando con la maquinita todo era más fácil y rápidamente emotivo. Y no corría riesgo alguno.
No había contacto carnal con la barba rasposa de sus tíos y abuelos, ni la profusión de miradas y risitas empalagosas con las mujeres mayores. Tampoco tenía que transparentar la amargura de sus sentimientos y fingir reír cuando lo que quería era perderse de marcha toda la noche con su pandilla. Incluso, si se aburría o fastidiaba con tanto juego virtual, bastaba con pulsar un botón y apagarla, atender un rato a las tonterías reales que se decían en la mesa, y rápidamente le venía otra vez el deseo de desconectar.
© Carlos Parejo Delgado
domingo, 25 de diciembre de 2011
El coco y yo
estos poemas náufragos
que vomito en la arena
no son una botella
al mar con la esperanza
de que alcancen un día
sus versos otras playas
son sólo en esta isla
desierta y apartada
una conversación
ficticia con un coco
al que puse peluca
y pinté una mirada
monólogo en que finjo
ser escuchado un eco
tratando de este modo
de huir de la locura
que en este hondo silencio
me acecha agazapada
estos poemas náufragos
que al subir la marea
entre espuma y salitre
el océano arrastra
dejando desolado
al coco sin palabras
sábado, 24 de diciembre de 2011
Las horas amarillas
"Oh! je voudrais tant que tu te souviennes
des jours heureux où nous étions amis
en ce temps-là la vie était plus belle,
et le soleil plus brûlant qu'aujourd'hui."
Jacques Prévert
Se ciernen como buitres sobre el ansia
estéril, aun carnal, de los espectros,
impías e intangibles, las horas amarillas.
Silentes sus ladridos los hostiga
Y, exánimes, empuja a un huero abismo;
cruento muladar, donde devoran,
violentas e implacables,
los pútridos despojos de sus sueños.
Las horas amarillas son jirones
pretéritos de un cántico sin savia,
talados de raíz por la ventisca
sin hálito ni estrellas de la ausencia.
Minuto tras minuto van cayendo
sin tiempo hasta las aguas del olvido,
para desde esa mar de hondas tinieblas
alzarse nuevamente salitrosas
con garras putrefactas de elegía.
Ascienden como el humo hasta el sudario
sombrío que amortaja al firmamento,
y luego caen a plomo como mármol,
sellando el hipogeo donde yacen
ahogados los espíritus insomnes
varados a un anhelo sin estelas;
almas sin alma en pena que, en su espanto
e inermes, se lamentan sin descanso,
rendidas al dolor insoportable
que ya les queda sólo por destino:
pudrirse eternamente en su ardua espera
sin una brizna viva de esperanza,
aleadas a las horas amarillas.
(Así es mi espera ya, terco reloj
que itera sin tictac como epitafio,
instante tras instante en el destiempo,
las horas amarillas).
viernes, 23 de diciembre de 2011
Tribulaciones de una crisálida (XXIV)
Cuento de Navidad
jueves, 22 de diciembre de 2011
Seguidilla (XLI)
miércoles, 21 de diciembre de 2011
A duelo lento
La última palabra
La línea de la vida se ha volado,
como humo de la palma de mi mano;
un vendaval silente ultramundano
me la sajó de cuajo, y ha dejado
exangüe al corazón. Desorientado,
y huérfano de norte y portulano,
su pulso se ha mudado en cotidiano
naufragio en un Leteo desolado,
sin barca de Caronte: iterativo
reflejo desalmado de un pasado
en que por siempre fue también esquivo
el puerto que buscase desbocado.
Exánime mi espectro, sin arribo,
como humo, en el ocaso, se ha abismado.
martes, 20 de diciembre de 2011
Tribulaciones de una crisálida (XXII)
Tribulaciones de una crisálida (XXI)
lunes, 19 de diciembre de 2011
Fuerza de voluntad
Tribulaciones de una crisálida (XX)
Relatos verosímiles (21): Una familia de tres (Carlos Parejo)
Los padres se habían educado autodidactas. Sus ideas correspondían a las del movimiento comunista que luchó contra la dictadura militar. Pero, con los años, una especie de absolutismo de ideas fue contagiando otros ámbitos de su vida cotidiana. Los tres tenían los mismos hábitos y costumbres en cuanto a actuar, decir y pensar.
La historia universal se había estrechado a límites precisos y exactos en sus cerebros. La historia de la filosofía comenzaba con el eurocomunismo, la de la moda con las vestimentas discretas de los izquierdistas y ecologistas de finales del siglo XX, la historia de la música sólo era interesante a partir del pop anglosajón, y la de la gastronomía la habían mutilado hacia la dieta vegetariana. Tales eran las fronteras de sus universos íntimos. Del resto de la historia universal, de entrada, se mostraban cautos y desconfiaban.
No es que les repugnara todo lo que no fuera de piel blanca y pelo rubio como a los nazis, pero huían como podían de compartir sus vidas con todos aquellos que no usaban su misma corbata ideológica: Creyentes de cualquier religión, folklóricos, pijos y vividores, fachas y gente de derechas, burgueses apolíticos,…
Cuando las circunstancias les obligaban a convivir con “gentes diferentes”, se asistía al despliegue de todo el pequeño arsenal de rencores que albergaban. Más temprano que tarde surgían las discusiones y polémicas. Se volvían agrios, rígidos y tensos. Saltaban a la palestra oratoria como torrentes de lava ardiente de un volcán dormido. ¡Cuántas palabras impertinentes¡ ¡Qué griterío malsonante¡ ¡Qué gesticulación tan agresiva¡ Afluían a sus bocas expresiones rotundas y adjetivos superlativos para zanjar rápidamente la cuestión: ¡Eso es una mierda¡ ¡Nunca he visto mentira mayor¡ ¡Imbécil y tonto¡¡Horrible¡¡Anticuado¡
Sus pensamientos, como sus palabras, eran de tonos blanquinegros. Se negaban a admitir la amplia paleta de colores y matices del arco iris. Ese símbolo de la naturaleza que representa la paz tras la tormenta, y que los filósofos han traducido como “nadie tiene la totalidad de la razón en cualquier convicción”.
Esa manera de comportarse los había rumbeado a impermeabilizarse para no entender y compartir otros modos de ser diferentes. Como si sus personalidades se hubieran edificado a la manera de monolíticos edificios, severamente protegidos de influencias externas. Y reforzaban sus cimientos, se autoafirmaban en el sentido que daban a sus vidas, con una insidiosa búsqueda de los fallos de los demás. Estaban ciegos para ver lo constructivo y positivo de personas con otras opciones de vivir.
Su visión tan parcial de la vida cotidiana desencadenaba frecuentes pirotecnias de ira en sus espíritus. Había multitud de pequeñas cosas adversas que los desquiciaban. Y sus ánimos sólo se apagaban cuando lograban imponer su costumbre, gusto u opinión, sea como fuere.
La historia universal se había estrechado a límites precisos y exactos en sus cerebros. La historia de la filosofía comenzaba con el eurocomunismo, la de la moda con las vestimentas discretas de los izquierdistas y ecologistas de finales del siglo XX, la historia de la música sólo era interesante a partir del pop anglosajón, y la de la gastronomía la habían mutilado hacia la dieta vegetariana. Tales eran las fronteras de sus universos íntimos. Del resto de la historia universal, de entrada, se mostraban cautos y desconfiaban.
No es que les repugnara todo lo que no fuera de piel blanca y pelo rubio como a los nazis, pero huían como podían de compartir sus vidas con todos aquellos que no usaban su misma corbata ideológica: Creyentes de cualquier religión, folklóricos, pijos y vividores, fachas y gente de derechas, burgueses apolíticos,…
Cuando las circunstancias les obligaban a convivir con “gentes diferentes”, se asistía al despliegue de todo el pequeño arsenal de rencores que albergaban. Más temprano que tarde surgían las discusiones y polémicas. Se volvían agrios, rígidos y tensos. Saltaban a la palestra oratoria como torrentes de lava ardiente de un volcán dormido. ¡Cuántas palabras impertinentes¡ ¡Qué griterío malsonante¡ ¡Qué gesticulación tan agresiva¡ Afluían a sus bocas expresiones rotundas y adjetivos superlativos para zanjar rápidamente la cuestión: ¡Eso es una mierda¡ ¡Nunca he visto mentira mayor¡ ¡Imbécil y tonto¡¡Horrible¡¡Anticuado¡
Sus pensamientos, como sus palabras, eran de tonos blanquinegros. Se negaban a admitir la amplia paleta de colores y matices del arco iris. Ese símbolo de la naturaleza que representa la paz tras la tormenta, y que los filósofos han traducido como “nadie tiene la totalidad de la razón en cualquier convicción”.
Esa manera de comportarse los había rumbeado a impermeabilizarse para no entender y compartir otros modos de ser diferentes. Como si sus personalidades se hubieran edificado a la manera de monolíticos edificios, severamente protegidos de influencias externas. Y reforzaban sus cimientos, se autoafirmaban en el sentido que daban a sus vidas, con una insidiosa búsqueda de los fallos de los demás. Estaban ciegos para ver lo constructivo y positivo de personas con otras opciones de vivir.
Su visión tan parcial de la vida cotidiana desencadenaba frecuentes pirotecnias de ira en sus espíritus. Había multitud de pequeñas cosas adversas que los desquiciaban. Y sus ánimos sólo se apagaban cuando lograban imponer su costumbre, gusto u opinión, sea como fuere.
© Carlos Parejo Delgado
domingo, 18 de diciembre de 2011
Tribulaciones de una crisálida (XIX)
Dibujar unas alas al muñón de frío y mudo mármol, para que, en sueño ardiente, eleve el vuelo el espíritu azul de las estatuas. Para que entone un salmo taumatúrgico, con esa algarabía estrepitosa de pájaros al alba en el magnolio: ese aliento solemne que se funde al rocío, dejando sin palabras a la noche. Pintar alas violáceas, en la altura, a los demonios quedos cautivos en el légamo; a esas almas sin alma siempre en pena, sin hálito ni fuego en las arterias, con sólo restos yermos, coagulados, de tierra entre las uñas y los dientes. Obrar el gran prodigio, no el milagro, de una rosa emergiendo de la sangre que el miedo consagró a la arena estéril.
sábado, 17 de diciembre de 2011
Fugaz
El último caballo
Tanto tiempo buscándote,
volando como un pájaro
al que el sol le ha volado
la luz de la mirada,
para acabar así:
con este miedo a verte,
certeza de saber
que, agotadas, mis alas
jamás podrán salvar
el abismo sin límites
que de ti me separa.
Y de este lado huero,
donde el anhelo es nido
de la triunfante víbora
de la melancolía,
el tiempo se me escapa,
huyendo como un gamo,
asustado y herido,
por un cerco de espejos
donde yo soy el gamo
y el tiempo la jauría.
Pero esta combustión,
fatal olvido a fuego
lento, ya nada importa;
por mucho que se alargue
el círculo vicioso
de esta absurda carrera,
sé que no alcanzaré
la luz de una guarida
donde poner a salvo
las cenizas sin brío
del galope del viento.
Quisiera ungir mis alas
con un sueño de abejas,
y elevarme hasta el sol
para ser abatido
por la baba de insomnio
que destila amarilla,
para ser un relámpago
que descarga en un lapso
su fulgor prodigioso,
y se extingue en un trueno
para nunca haber sido.
Cualquier cosa mejor
que en la noche, en la niebla,
en esta tempestad
que me hiela el aliento,
ser frente al faro un barco
fantasma que varado
naufraga a la deriva.
Tanto tiempo buscándote,
para acabar así:
huyendo de tu luz,
y buscando en el sol,
la sombra que, piadosa,
me abata de un zarpazo
al pie devastador
del último caballo.
Ilustración: Lección de vuelo, de Robert ParkeHarrison
Tribulaciones de una crisálida (XVIII)
viernes, 16 de diciembre de 2011
Simún
Agencia JEFE. Un colosal simún podría azotar en los próximos meses a la Comunidad Autónoma de Andalucía.
Sevilla. Viernes, 16 de diciembre de 2011. Según filtraciones ocurridas hace ahora una semana en el seno de la Agencia Estatal de Meteorología, son muchas las probabilidades de que, en unos meses, con la entrada de la primavera, la Comunidad Autónoma de Andalucía se vea azotada por un simún de una magnitud tal vez sin precedentes en el ámbito del planeta. Tras conocerse la noticia, un funcionario de la Agencia, que ha preferido mantenerse en un discreto anonimato y cuya nómina se ha visto recortada ya en varias ocasiones en los últimos años, ha atribuido la posibilidad de tal suceso a los múltiples cambios, incluido el climático, que se vienen desencadenando desde hace décadas a esfera global, así como, en particular, en el sur de la Península Ibérica. Por su parte, un famosísimo político andaluz, de cuyo nombre no alcanzo a acordarme, ha realizado las siguientes y muy tranquilizadoras declaraciones a este reportero de la Agencia JEFE.: No hay motivos para la alarma; estamos suficientemente preparados para el caso de que nuestra tierra se viese finalmente azotada por la tormenta de arena. Es más, en mi partido, estamos incluso deseosos, por las consecuencias que estimamos serían más positivas que negativas, de que finalmente así suceda. Imagínese que allí donde la arena sepulte para siempre un cortijo, nosotros edificaremos, eso sí, con austeridad, nada de mármol de Carrara, un lujoso palacio o una aleccionadora iglesia. Y yo terminaré sentándome sine die a la derecha del pater, porque le puedo asegurar que para eso tengo el apellido y hasta el culo más de cuarzo que de feldespato y mica.
Sevilla. Viernes, 16 de diciembre de 2011. Según filtraciones ocurridas hace ahora una semana en el seno de la Agencia Estatal de Meteorología, son muchas las probabilidades de que, en unos meses, con la entrada de la primavera, la Comunidad Autónoma de Andalucía se vea azotada por un simún de una magnitud tal vez sin precedentes en el ámbito del planeta. Tras conocerse la noticia, un funcionario de la Agencia, que ha preferido mantenerse en un discreto anonimato y cuya nómina se ha visto recortada ya en varias ocasiones en los últimos años, ha atribuido la posibilidad de tal suceso a los múltiples cambios, incluido el climático, que se vienen desencadenando desde hace décadas a esfera global, así como, en particular, en el sur de la Península Ibérica. Por su parte, un famosísimo político andaluz, de cuyo nombre no alcanzo a acordarme, ha realizado las siguientes y muy tranquilizadoras declaraciones a este reportero de la Agencia JEFE.: No hay motivos para la alarma; estamos suficientemente preparados para el caso de que nuestra tierra se viese finalmente azotada por la tormenta de arena. Es más, en mi partido, estamos incluso deseosos, por las consecuencias que estimamos serían más positivas que negativas, de que finalmente así suceda. Imagínese que allí donde la arena sepulte para siempre un cortijo, nosotros edificaremos, eso sí, con austeridad, nada de mármol de Carrara, un lujoso palacio o una aleccionadora iglesia. Y yo terminaré sentándome sine die a la derecha del pater, porque le puedo asegurar que para eso tengo el apellido y hasta el culo más de cuarzo que de feldespato y mica.
Así es la marimorena... (Agustín Casado)
Así es la marimorena:
Montones de gente buena
echadas de todas partes
como un humano descarte,
sin un chavo pa la cena
-paga no hay si no hay faena-,
llamando a puertas ajenas
y durmiendo donde encarte.
No digas que no te suena…
Sólo quiero desearte
un techo en que cobijarte
más de cal que no de arena,
soluciones, no problemas,
que hagas de la vida un arte,
un corazón para amarte,
salud siempre. Eso aparte,
mucha risa y pocas penas,
una buena Nochebuena,
y los bancos… pa sentarte.
Ilustración y texto cortesía de Agustín Casado
jueves, 15 de diciembre de 2011
Tribulaciones de una crisálida (XVII)
Tribulaciones de una crisálida (XVI)
Alegoría
soberbio sobre el tronco en que te apoyas
me miras con desdén desde tu fronda
colmada de hojas verdes y de flores
desprecias mi existencia a ras de suelo
la escasa relevancia de mi huella
apenas perceptible en el paisaje
y que extasiado el hombre ante tu porte
no alcance a conocer mi nombre propio
es cierto soy minúsculo ignorado
no tengo un bello nombre -aliso o sauce-
ni se hunden mis raíces en la tierra
para tras ese coito dar a luz
henchidos de color sabrosos frutos
no puedo cobijar hermosos pájaros
ni soy flauta del viento no doy sombra
ni fijo el suelo fértil frente al agua
que baja en torrentera asoladora
desde las altas cumbres a los valles
pero soy mucho más soy el futuro
a un tiempo que el pasado más remoto
mi hogar está en el ártico el desierto
y puedo resistir desde las gélidas
penumbras de las tierras boreales
hasta el ardiente sol que abrasa el trópico
si me quieres nombrar llámame liquen
o en tu postrer aliento en la sequía
al ver que sobrevivo di silencio
miércoles, 14 de diciembre de 2011
Disyuntiva
“y me invade en las horas amarillas
y me deja una dulce sed doblada.”
Idea Vilariño
Y si el dolor me dobla sobre el vientre y se pudren los sueños en mi estómago y de náuseas me ahogo y me retuerzo y entre aullidos vomito la esperanza y el vértigo me abate contra el suelo y me abro con el golpe la cabeza y escribo con la sangre derramada tu nombre y apellidos en mi pecho y te sientes al verme así culpable por tu inocencia alzándose en muralla y no hay juez que te absuelva o te condene y de dolor te doblas sobre el vientre y se pudren los sueños en tu estómago y de náuseas te ahogas y retuerces y entre aullidos vomitas la esperanza y el vértigo te abate contra el suelo y te abres con el golpe la cabeza y escribes con la sangre derramada mi nombre y apellidos en tu pecho y al verte así me siento yo culpable por mi inocente afán a uñas y dientes y no hay juez que me absuelva o me condene y de dolor me doblo sobre el vientre y se pudren los sueños la esperanza y muerto en vida muero y te me mueres.
"Luciénaga"
martes, 13 de diciembre de 2011
Tribulaciones de una crisálida (XIV)
La tarde, en su rubor, se va durmiendo sobre el lecho mortuorio del océano. Todo está en calma. Tan sólo las gaviotas picotean, rompiendo los acordes del silencio, los huérfanos desechos que, dispersos, dejaron los bañistas en la arena. Un áspero relente impregna el aire. Turbada la crisálida a la orilla que envuelve en su sudario los deseos, ve hundirse sus pupilas sin aliento, bajo la sangre agónica que vierte el sol al inhumarse entre las aguas. No alcanza a sujetarse, su memoria, a la estela que, huidiza y mansamente, naufraga en la galerna del insomnio. Banal se difumina el horizonte, en tanto el firmamento se salpica de un lúgubre albañal de estrellas yermas, y un faro con sordina ulula triste: su aullido macilento sin azogue se hermana con la incuria del silencio; enfática afonía que se quiebra tan sólo por un canto de sirenas, que llama a la crisálida al abismo; suavísima oquedad que desarbola el mástil residual de la esperanza.
lunes, 12 de diciembre de 2011
Fotofobia
Me anego con los días soleados
de un pánico a la luz que hostil se adentra
celeste en la pupila y la atormenta
incluso con los párpados cerrados.
E invoco, con los ojos atestados
de llanto, el ulular de una tormenta
que venga a dar sosiego, macilenta,
a mi alma con sus grises enlutados.
Mas vanos son mis ruegos; el desierto
que habito nunca supo, el cielo abierto,
de niebla, nube, sombra, eclipse o noche;
y eterna se derrama con derroche
de dos soles sobre él la luz gemela,
recuerdo, insomnio, espanto, duelo, esquela.
Relatos verosímiles (20): El enfrentamiento del siglo (Carlos Parejo)
¡El enfrentamiento del siglo¡ ¡La victoria decisiva¡ ¡A vida o muerte¡ ¡El país se paraliza, pendiente del resultado¡
Y no se trataba de una guerra inevitable, ni de uno de esos grandes acontecimientos que quedan grabados en la historia universal, como pudiera parecer por el vocabulario de los titulares de prensa, radio y televisión.
Simplemente se trataba de que veintidós jovencísimos deportistas multimillonarios, divididos en dos grupos, intentaran durante noventa minutos meter una pelotita en dos rectángulos con redes. Muchos de ellos ni siquiera había nacido en el país, y su única ambición e ilusión era la fama y el dinero.
Las masas de homínidos disfrutaban sacando de contexto tan vulgar competición. Lo identificaban con una de sus grandes alegrías del año. Para los partidarios de los blancos supondría el triunfo del conjunto de la nación, que simbolizaba el éxito del tesón, la voluntad y el coraje de los hombres. Para los otros, la derrota del Estado por aquella pequeña, aburguesada y rica nación, que representaba lo más culto, rico y refinado del país, el poder de la técnica frente a la fuerza.
Y ya eran cien años, como antes sucedió con los gladiadores de la Roma Imperial y los jinetes del Hipódromo de la Bizancio medieval, en la que volvía a repetirse la patraña del enfrentamiento de los dos grandes equipos deportivos más importantes del Orbe, el Real Madrid contra el FC Barcelona. El rebaño de corderitos pagaba puntualmente por verlos y los lobos del mundo de los negocios vinculados a estos espectáculos circenses, tan felices y contentos…
Y no se trataba de una guerra inevitable, ni de uno de esos grandes acontecimientos que quedan grabados en la historia universal, como pudiera parecer por el vocabulario de los titulares de prensa, radio y televisión.
Simplemente se trataba de que veintidós jovencísimos deportistas multimillonarios, divididos en dos grupos, intentaran durante noventa minutos meter una pelotita en dos rectángulos con redes. Muchos de ellos ni siquiera había nacido en el país, y su única ambición e ilusión era la fama y el dinero.
Las masas de homínidos disfrutaban sacando de contexto tan vulgar competición. Lo identificaban con una de sus grandes alegrías del año. Para los partidarios de los blancos supondría el triunfo del conjunto de la nación, que simbolizaba el éxito del tesón, la voluntad y el coraje de los hombres. Para los otros, la derrota del Estado por aquella pequeña, aburguesada y rica nación, que representaba lo más culto, rico y refinado del país, el poder de la técnica frente a la fuerza.
Y ya eran cien años, como antes sucedió con los gladiadores de la Roma Imperial y los jinetes del Hipódromo de la Bizancio medieval, en la que volvía a repetirse la patraña del enfrentamiento de los dos grandes equipos deportivos más importantes del Orbe, el Real Madrid contra el FC Barcelona. El rebaño de corderitos pagaba puntualmente por verlos y los lobos del mundo de los negocios vinculados a estos espectáculos circenses, tan felices y contentos…
© Carlos Parejo Delgado
domingo, 11 de diciembre de 2011
Crónica deportiva (Francis Vaz)
Madrid. Sábado, 10 de diciembre de 2011. Son las ocho de la tarde y sólo faltan dos horas para que la fiesta inunde el corazón pétreo de este país. Nos emocionaremos al oír sus nombres por el megáfono, estaremos en esos momentos ávidos, ansiosos por asistir a la lucha de los titanes, el Dios Messi frente al Dios Ronaldo, millones de euros contra millones de euros. Mientras, una familia desahuciada ayer se agolpa frente al televisor encendido en un escaparate, el sonido del televisor está apagado y el padre, en su tristeza, observa el colorido y las banderas. En el campo los niños llevarán la camiseta de su ídolo y los padres corearan el himno, elevándolo a los cielos. No importan los desahuciados, no importan los cinco millones de parados, no importan el 21% de familias por debajo del umbral de la pobreza, no importan los discapacitados desatendidos, no importa nada, sólo importa el gol, la jugada perfecta, ver a Messi o a Ronaldo meter un gol en está, la liga del BBVA y en este campo, rodeado de vallas publicitarias del Santander y otros bancos.
El árbitro señala el inicio y la primera jugada hace que el niño sentado frente al escaparate se olvide del hambre. Agita los brazos junto a su hermano pequeño y exclama un gol que expande el universo. El padre le mira infeliz y se siente fracasado. Toda la vida trabajando y ahora, a los 45 años ¿quién le va a contratar? En el césped, la lluvia golpea el rostro de los jugadores y las entradas violentas aumentan y, de pronto, un tsunami estalla en la grada ante otra oportunidad de gol. Afuera el agua retorna a los mismos cauces de siempre y sigue la dirección que le indica la corriente. Y los gritos de los desesperados se difuminan entre los alaridos emitidos desde los televisores. Pasados unos minutos el adversario empata y en los bares aparece un conato de rebelión. Pero no, llega el descanso y todo se relaja y aquel que pago seis mil euros por una entrada vip pide un whisky con mucho hielo. La lluvia no cesa y la familia desahuciada, sentada sobre el suelo, se cubre con cartones. En la pantalla del escaparate Xavi celebra un nuevo gol y el silencio en las calles se vuelve aún más sombrío. La derrota se confirma, los directivos lloran en sus casas, aunque saben que mañana amanecerá y también abrirá bolsa. Saben que mañana, sólo se hablará de fútbol y que seguirán siendo invisibles, ellos y los desesperados. Sólo la voz del crío refulge en la oscuridad de la noche. Mira al padre y le dice: -Papá ellos ganan siempre porque juegan en equipo, ¿cuándo lo haremos nosotros?
El árbitro señala el inicio y la primera jugada hace que el niño sentado frente al escaparate se olvide del hambre. Agita los brazos junto a su hermano pequeño y exclama un gol que expande el universo. El padre le mira infeliz y se siente fracasado. Toda la vida trabajando y ahora, a los 45 años ¿quién le va a contratar? En el césped, la lluvia golpea el rostro de los jugadores y las entradas violentas aumentan y, de pronto, un tsunami estalla en la grada ante otra oportunidad de gol. Afuera el agua retorna a los mismos cauces de siempre y sigue la dirección que le indica la corriente. Y los gritos de los desesperados se difuminan entre los alaridos emitidos desde los televisores. Pasados unos minutos el adversario empata y en los bares aparece un conato de rebelión. Pero no, llega el descanso y todo se relaja y aquel que pago seis mil euros por una entrada vip pide un whisky con mucho hielo. La lluvia no cesa y la familia desahuciada, sentada sobre el suelo, se cubre con cartones. En la pantalla del escaparate Xavi celebra un nuevo gol y el silencio en las calles se vuelve aún más sombrío. La derrota se confirma, los directivos lloran en sus casas, aunque saben que mañana amanecerá y también abrirá bolsa. Saben que mañana, sólo se hablará de fútbol y que seguirán siendo invisibles, ellos y los desesperados. Sólo la voz del crío refulge en la oscuridad de la noche. Mira al padre y le dice: -Papá ellos ganan siempre porque juegan en equipo, ¿cuándo lo haremos nosotros?
© Francis Vaz
Cabañuelas
sábado, 10 de diciembre de 2011
Marea negra
Sumido en las tinieblas
de la noche más larga
que recuerdan mis ojos,
deambulo a tientas, ciego,
de tumbo en tumbo -vértigo
de saberme ya ausente
para siempre en los tuyos-,
sobre esquirlas agónicas
de abatidas estrellas.
Me has dado, luz, la espalda,
y el aliento castrado
del azogue baldío
se agita como un pájaro
que agoniza impotente
empapado en petróleo.
Y un albañal de herrumbre
y sal gastada emerge
desde el lóbrego fondo
donde moran las sombras,
diluyendo en sus aguas
corrosivas la esfera
del cristal de los sueños.
Es el olvido, el cántico,
estridente y postrero,
de un inmundo gusano
con ambición de cisne;
la vasta desazón
que muda la esperanza
en ácido veneno
que a fuego lento hiela
el esqueleto insomne
de un horizonte extinto.
Es tan corto el amor,
y es tan largo el olvido.
viernes, 9 de diciembre de 2011
Loa al pepino
“No todo va a ser follar”.
Javier Krahe
He leído en un periódico
que ha dicho un clérigo islámico
que para comer pepino,
la mujer, un nombre al lado.
Igual con la zanahoria,
calabacines y plátanos,
el nabo y la berenjenas,
puerros, pimientos, y rábanos.
Y es que teme el musulmán
que al comerlo en solitario,
libidinosa lo llegue
a imaginar como un falo,
y entregándose al placer,
algo que le está vedado,
pueda escapar de la cárcel
mental a que la han atado.
Así que, mujer, a dieta
que el goce, ha sido dictado,
es exclusivo del hombre,
nada de pajas, ¡carajo!
Mas como un menú no debe
quedarse sólo en un plato,
ahí van algunos consejos
de mi saber culinario:
Si se te abre el apetito,
jamás, mujer, le hagas asco
a comerte un buen pepino
con sal gorda o en gazpacho.
Y de segundo, pues bueno,
hace tiempo está probado
que al hombre es siempre una almeja
más sabrosa acompañado.
Y ahora un poco más en serio,
me pregunto yo hasta cuándo
tanta obscena moralina
nos mantendrá encadenados.
Sobre todo a las mujeres,
de las que machos bastardos
de cualquier credo o ninguno,
se pretenden propietarios.
Hasta cuándo hombres, mujeres,
ya solos, ya acompañados,
seguiremos reprimidos
por estultos postulados.
Así que a partir de ahora
a los clérigos ni caso
en la pitanza ni el sexo,
o no has de probar bocado.
Un pepino me invita a ser pedante... (María Fernández Lago)
Un pepino me invita a ser pedante
y escribirle a León este soneto
de catorce centímetros de asueto
y no he desvelar de ejercitante.
Me esfuerzo por no hacerlo malsonante,
el pepino merece mi respeto,
cucurbitáceamente tan coqueto
no hay nada en el pepino que me espante.
Al plátano más verde voy rimando,
espero que no quede insatisfecho,
no importa lo que duro o lo que blando.
La intención ha nacido de mi pecho
y ya van trece, sí, trece y sumando
y vuelvo a la quietud de mi barbecho.
María Fernández Lago
jueves, 8 de diciembre de 2011
Romancillo del Niño de la Vicaría
Cuentan de Agustín Casado
que siendo un tierno mozuelo
ya soñaba en emular
al mejor de los toreros.
Pero también, según dicen,
hubo un no sé qué, un secreto,
que lo frenaba en sus ansias
de triunfar en el albero.
Incluso algún conocido,
mala leche y poco seso,
impúdico aseguró
que era el fantasma del miedo.
Y espoleado por dimes
y diretes tan ligeros,
arropándose en la cal
de un sencillo tentaero,
el incauto de Agustín
un mal día se echó al ruedo,
dispuesto al fin a agarrar
a aquel toro por los cuernos.
Fue como mandan los cánones
ancestrales del toreo:
a las cinco de la tarde
con sol de justicia ardiendo.
Y junto al tendido cinco
fue valiente y tan maestro
-no en Jerez de la Frontera,
que eso allí es algo muy serio-,
que cuando abatió al morlaco,
estoque en lo alto, certero,
pidiendo orejas y rabo
se agitaron mil pañuelos.
Mas su euforia se vio rota,
flor de un día, de un momento,
cuando estaba a la mitad
de la octava vuelta al ruedo:
Un grito desaforado
confirmando sus recelos,
apagando oles y palmas,
se alzó desde un burladero.
Y lo dejó para siempre
por no oír a nadie de nuevo,
a él que era un hombre de izquierdas,
nunca más llamarlo “diestro”.
Fotografía cortesía de Agustín Casado.
Uvas amargas
“Sostengo que lo justo no es otra cosa que lo que conviene al más fuerte.”
Trasímaco, en La República (Platón)
LLEGARON con el último crepúsculo del año. Inesperadamente, en tropel, sin que nadie los hubiese invitado a la mesa, orden de desahucio en mano. Eran tantos, que por unos instantes pareció que no habría uvas suficientes para todos. Pero los golpes, la jauría, los ladridos, las lágrimas y el miedo, los fuegos de artificio. Se quedaron sin probar desparramadas en la escarcha. Pax hominibus in terris et gloria in excelsis Deo.
miércoles, 7 de diciembre de 2011
Tribulaciones de una crisálida (XIII)
martes, 6 de diciembre de 2011
Seguidilla (XL)
lunes, 5 de diciembre de 2011
Transparencia
A Vivian
EL nido estaba vacío -lo supe por los graznidos de silencio que, a borbotones, caían con estrépito desde sus heridas sangrantes, tintando de alaridos el crepúsculo. A fuerza de muñones, con denuedo infrahumano, trepé hasta su abismo. Y allí me quedé dormido, a la espera de lo inesperado. Era imposible. Pero esa noche tuve un sueño. Cuando desperté, yo ya no estaba allí.