La última palabra
La línea de la vida se ha volado,
como humo de la palma de mi mano;
un vendaval silente ultramundano
me la sajó de cuajo, y ha dejado
exangüe al corazón. Desorientado,
y huérfano de norte y portulano,
su pulso se ha mudado en cotidiano
naufragio en un Leteo desolado,
sin barca de Caronte: iterativo
reflejo desalmado de un pasado
en que por siempre fue también esquivo
el puerto que buscase desbocado.
Exánime mi espectro, sin arribo,
como humo, en el ocaso, se ha abismado.
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