Cuando te vi,
Lo supe:
Mi vida,
Tú eras mi vida,
La vida.
La vida:
Quiero decir
Ese lapso
Que surge,
Brilla fugaz
Un instante,
Para mudarse por siempre en olvido.
Cuando te vi,
Lo supe:
La vida.
Y es por eso,
Nada más que por eso,
Que estoy ya muerto,
Muerto.
Muerto igual que tú,
Muerto
Como nosotros,
Muerto;
Muerto igual que lo están
Los muertos, desde siempre,
Sin saberlo.
Cuando te vi,
Lo supe.
7 comentarios:
Supongo muerto por un no comnienzo, por esa desidia y por la ceridumbre de que no hay mano a la cual lamer...
De todas formas escribìs deliciosamente, Rafa.
Beso
Ese genio escribio "Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas)
A veces en la noche ya me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro,
Y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandemente la luz de la luna...."
Y tu escribes ahora esto de forma genial...
Un abarzo.
Hola primo.
Siglos sin pasar por acá.
Cientos de versos perdidos.
Pero recuperaré
sin esperar a septiembre.
Un abrazo gigante.
Prometeo, ¿quien escribió eso?
Rafa, yo no los veo tan muertos...
Dámaso Alonso.
Insomnio
Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día,
las tristes azucenas letales de tus noches?
Dámaso Alonso (De “Hijos de la Ira”)
Tus cadáveres, Rafa, los que has ido dejando por las esquinas del laberinto, siguen escribiendo versos y dejando la estela de tus pasos y de tus fallecimientos. Es así, es inevitable. Sólo queda acostumbrarse a ello.
Aceitunitas preñadas y cañita de Cruzcampo.
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