Hay dos calles muy estrechitas en el arrabal trianero, las de Covadonga y Rocío, que pertenecen al mundo contemplativo de los filósofos. Todavía hay que andarlas despacito. Su espacio no se ha achicado con la entrada de los camiones y coches. Y se muestran escépticas respecto a la novedad de los ordenadores. No comprenden como un joven gafinegro y encasquetado puede pasearlas cual si un zombie. Lo que no han sido capaces de digerir es lo del venerable anciano Don Migué. Tras cumplir un siglo las ha visitado alborozado y saltarín. Y es que ha sido reprogramado celularmente como un muchacho adolescente.
© Carlos Parejo Delgado
1 comentario:
jeje.... los filósofos y sus paseos extemporáneos...me caen bien !
Saluditos
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