Ayer, 11 de julio de 2012, en el Congreso de los Diputados, el portavoz
y primer sicario de las mafias financieras nacionales e internacionales
en el Reino de España, Mariano Rajoy Brey, entre una nutrida y explosiva
batería de medidas destinadas a enriquecer a sus amos hundiendo en la
miseria al pueblo español y dinamitando el Estado del Bienestar, dejó
caer –entre col y col (de Bruselas), lechuga-, como pesada losa, el
anuncio de una reforma político-administrativa que, sin suponer ahorros
notables en lo relativo al gasto público, contribuirá a empobrecer la
diversidad política en los ayuntamientos españoles y, por lo tanto, a
debilitar nuestra ya agonizante democracia. Porque esa, y no otra, será
la consecuencia más perversa de la anunciada reducción del 30 % en el
número de concejales de nuestros ayuntamientos.
Es probable, además, que esta sea una medida que arranque aplausos de júbilo en la ya muy desdichada sociedad española, tan preocupada en los últimos tiempos por el gasto que supone mantener a lo que se estima un número muy elevado de políticos en el solar patrio, en esta sufrida y esquilmada piel de toro antaño soberana y que hoy no es más que un protectorado más del totalitarismo financiero global.
Bueno, cada cual es libre de aplaudir lo que considere más conveniente. No obstante, antes de echar las campanas al vuelo, habría que tener en cuenta que el recorte en el número de concejales en los ayuntamientos españoles, Ley d’Hont mediante, afectará sobre todo –y en especial en los municipios más pequeños, que son la mayoría- a los partidos minoritarios –esos cuyos concejales, al formar parte de la oposición, apenas reciben retribución alguna procedente de las arcas públicas-, que acabaran desapareciendo del panorama político-municipal en beneficio del bipartidismo. Una pérdida de diversidad sociopolítica, esta, muy poco saludable para la democracia. Porque, al igual que cuando desaparece una especie animal o vegetal se está reduciendo y empobreciendo la biodiversidad y, con ello, se pueden estar perdiendo para siempre posibles respuestas a enfermedades como el Alzheimer o el Parkinson, quién sabe si con la desaparición de estas opciones políticas hoy minoritarias –que cuestan poco, pero podrían tener un valor incalculable- no se estarán también esfumando soluciones, al menos parciales, a la actual deriva democrática y a la merma de calidad de vida y de derechos ciudadanos a los que en la actualidad asistimos estupefactos y aparentemente inermes.
¿Y qué será lo próximo? ¿El Estado de las Autonomías? Aplaudan, pues, si les place, aplaudan. Pero, cuando lo hagan, tengan presente que estarán aplaudiendo, tal como hicieron ayer los diputados del Partido Popular en el Congreso, el lanzamiento de otro torpedo más contra la ya muy maltrecha línea de flotación de “nuestra” prostituida democracia. ¡Fuego el dos!
Es probable, además, que esta sea una medida que arranque aplausos de júbilo en la ya muy desdichada sociedad española, tan preocupada en los últimos tiempos por el gasto que supone mantener a lo que se estima un número muy elevado de políticos en el solar patrio, en esta sufrida y esquilmada piel de toro antaño soberana y que hoy no es más que un protectorado más del totalitarismo financiero global.
Bueno, cada cual es libre de aplaudir lo que considere más conveniente. No obstante, antes de echar las campanas al vuelo, habría que tener en cuenta que el recorte en el número de concejales en los ayuntamientos españoles, Ley d’Hont mediante, afectará sobre todo –y en especial en los municipios más pequeños, que son la mayoría- a los partidos minoritarios –esos cuyos concejales, al formar parte de la oposición, apenas reciben retribución alguna procedente de las arcas públicas-, que acabaran desapareciendo del panorama político-municipal en beneficio del bipartidismo. Una pérdida de diversidad sociopolítica, esta, muy poco saludable para la democracia. Porque, al igual que cuando desaparece una especie animal o vegetal se está reduciendo y empobreciendo la biodiversidad y, con ello, se pueden estar perdiendo para siempre posibles respuestas a enfermedades como el Alzheimer o el Parkinson, quién sabe si con la desaparición de estas opciones políticas hoy minoritarias –que cuestan poco, pero podrían tener un valor incalculable- no se estarán también esfumando soluciones, al menos parciales, a la actual deriva democrática y a la merma de calidad de vida y de derechos ciudadanos a los que en la actualidad asistimos estupefactos y aparentemente inermes.
¿Y qué será lo próximo? ¿El Estado de las Autonomías? Aplaudan, pues, si les place, aplaudan. Pero, cuando lo hagan, tengan presente que estarán aplaudiendo, tal como hicieron ayer los diputados del Partido Popular en el Congreso, el lanzamiento de otro torpedo más contra la ya muy maltrecha línea de flotación de “nuestra” prostituida democracia. ¡Fuego el dos!
1 comentario:
Caminamos hacia una democracia debilitada, controlada por los mercados, cuyos intermediarios sean sólo los dos partidos mayoritarios, capaces de amoldarse a sus dictados por su creciente falta de convicciones propias
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