NO sé cómo ocurrió, no me lo explico. El caso es que esta mañana, al despertar, en lugar de en la cama, ya estaba aquí, tumbado cara a las sobras del eclipse y atado al miedo en mitad de este yermo sin confines. Y lo peor de todo es este inconmensurable ejército de hormigas que con creciente hostilidad me asedia. Desconozco sus intenciones, pero comienzo a temer que hayan venido hasta aquí movidas por el ávido deseo de despedazar y deglutir los despojos putrefactos de mis sueños; me siento como Gulliver en el país de las pesadillas. Hace ya rato pensé que, en esta lamentable y más que ridícula situación, sólo Alicia podría socorrerme. Y la llamé a gritos. Pero un conejo blanco que pasó junto a mí a la carrera, me informó de que, sedienta, había comido tal cantidad de panecillos blancos que terminó por desaparecer para siempre. No llegué a comprender del todo lo que había querido decirme -siempre se me atragantaron las metáforas-, pero lo sentí por Alicia. Ya sólo me queda esperar a que caiga la noche.
La flor del tabaco
-
*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
1 comentario:
Yo también lo siento por ti..porque como no pase el cazador aquel,que arrepentido se retiró a la vida ascética..las hormigas darán buena cuenta de ti.
Publicar un comentario