lunes, 28 de mayo de 2018

Historias de la calle Alfarería (41): Cine Alfarería, años sesenta (segunda parte). (Carlos Parejo)


La chavalería ocupamos las primeras filas del Cine Alfarería, con nuestros cartuchos de altramuces y bolsas de pipas como principal equipaje. Los más gamberretes o gamberrazos, según la tolerancia de los mayores, nos situamos al fondo a la izquierda.

Antes de empezar la “peli” intercambiamos –conforme vamos llegando- saludos acompañados de motes y apodos a cual más horripilante y vejatorio: ¡Hola piojo! ¡Qué tal, puercoespín! ¡ Aquí, con el bolita y el canijo, la mar de aburridos! ¡Mira, ya vienen por ahí el pulga y el negro!

Cuando la “peli” se va poniendo interesante los seis comenzamos a mascar chicles bazokas, cada vez más ruidosamente, riéndonos a carcajadas con cada bola hinchada que le estalla en la cara a un compadre.

Y es que el bueno de la "peli" golpea al malo, o mata al indio que lo persigue y se escuchan entonces nuestras voces más feroces: ¡Dale fuerte al mamón ese! ¡Tontolava, cárgate a ese indio traidor que tienes a tu espalda!…

Una escena amorosa subida de tono despierta irremediablemente imitaciones de besos ostentosamente sonoros y nuestros silbidos infantiles, como si los artistas estuvieran haciendo una atrevida travesura. Y llega el revisor desde la taquilla y nos da un primer aviso como en los toros: ¡A callar todo el mundo, gentuza; a la próxima os vais todos a la calle! ¡Os quiero tan silenciosos como durante la hora de catequesis en el cole!

De pronto a alguien se le ocurre tirar balines contra las salamanquesas. Ganará quién le corte a una el rabo. Y nos desentendemos de la “peli” y venga risas y alborotos mientras subimos y bajamos de los asientos afinando la puntería. Protestan las familias de la “platea" y vuelve el señor revisor: ¡A ustedes seis os tengo calados, o estáis más tiesos que el palo de una escoba, o no os lo diré otra vez!

Pero el canijo ha acertado de lleno a una lagartija ramplona, que da vueltas sobre si misma, desorientada y loca. Gritamos eufóricos, como si esto fuera una hazaña de nuestra guerra en miniatura. Y el revisor pierde la paciencia: ¡Vosotros seis, a la puta calle o aviso a los guardias!… Y salimos pitando mientras por lo bajini nos acordamos de todos sus asccendientes desde tiempos de Adán y Eva.

(¢) Carlos Parejo Delgado.

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