Me arrastro ante el despertador,
como un gusano pidiendo clemencia.
Pero él sigue con su grito fiero,
implacable, impertérrito.
Dolo Vidosa
HACE YA incontables lunas no existía el tiempo; sólo espacio y movimiento, vida y muerte, daban cuenta de la sucesión de las estaciones, del ciclo interminable de la savia y de la sangre. Con el tiempo -que, como ya ha sido dicho, entonces no existía- tan afortunada carencia comenzó a ser considerada peligrosa por chamanes y tiranos: ¿cómo alcanzar a subyugar al Hombre, cómo explotarlo, en un mundo en que todo fluía continua y mansamente sin plazos por cumplir ni metas que cruzar?, se preguntaban. Y comenzaron a buscar con ahínco un método, una cadena, el arma definitiva con la que dominarlo. Les costó inhumanos esfuerzos, noches de insomnio -durante las cuales se les fueron oscureciendo perfil, vísceras e intenciones-, así como la pérdida absoluta de sus rostros de enmascarados sin retorno tras la infame y ventajista cobardía de las sombras. Pero les mereció la pena: por fin, una noche sin luna ni estrellas, terminaron inventando el nunca, el siempre, los relojes.
3 comentarios:
Te has adelantado. Iba a decirte que me había encantado tu comentario-relato, y que lo hicieras visible como relato en tu blog. Llego tarde, de lo cual me alegro.
Verdaderamente tuvo que ser una noche sin luna y sin estrellas cuando se inventó algo tan terrible.
Muchos besitos, Rafa!!
Qué bonito final…¡Y qué buen invento!
Me gusta el tiempo (Porque todo lo cura) Me gusta el “nunca” (cuando se refiere a planchar) me gustan los relojes porque amo la puntualidad (no cuando avisan un despertar, como ha escrito Dolo) pero con el “siempre” mantengo cierto recelo.
En fin…
Besos Rafita
os relógios são uma invenção
que nego todos os dias
[ ferro-ferro
face à suavidade do tempo,
abraÇo
~
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