Y trémulo extiendo las mías
A un celeste de espejismos
Que olvidaron ya tu nombre.
Y todo, tan de súbito
Como el fin del fulgor de un relámpago,
Se torna oscuro,
Y el aliento,
Frío,
Me abisma en caminos de cieno
Entretejidos de invierno.
Y en la ciénaga de los sueños rotos
Pierdo a jirones la piel
Del alma,
Y el corazón entre el hielo,
Late en sinfonías moribundas
Con acordes de espanto y derrota.
Sí, quisiera poder sentir,
En la dulce ebriedad de un ensueño,
Mis manos en tus manos esta noche,
Pero mis dedos dormidos
Nunca conocieron tacto,
Y el peso de la vigilia,
Como tenaza en los labios,
Se me hace eterno.
6 comentarios:
Noche de amor auténtico, sin adornos ni aditamentos, íntima, sencilla y, sin embargo, tan llena de sensaciones.
Muy bien.
Las ausencias se caramelizan, sin darte cuenta comienzas a tejer un mentira a base de jirones incordes, una mentira k recoge l sangre vertida por una herida abierta, pero k no la cierra, la hace perdurar mas...
Curioso...
Besos de domingo
Eso es, así lo siento yo, lo que le dijo "Elvira" a "Manuel" cuando se dirigió a él en ese momento en que él decidió poner fin al encuentro.
En ese momento, por una de sus múltiples cicatrices se le desbordó la sensibilidad en "in-tacto" verso.
Un beso a tod@s
Habrá que "ensoñar" ese roce de manos, querido Ulises, la imaginación, como bálsamo ungüento,
¡viene tantas veces a poner algo de alivio a la precaria realidad...!
Un abrazo, querido Rafa. Bellísimo poema.
Es, Circe, la vigilia, la prisión más inexpugnable y perpetua a la que pueden ser condenadas las esperanzas.
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