Y trémulo extiendo las mías
A un celeste de espejismos
Que olvidaron ya tu nombre.
Y todo, tan de súbito
Como el fin del fulgor de un relámpago,
Se torna oscuro,
Y el aliento,
Frío,
Me abisma en caminos de cieno
Entretejidos de invierno.
Y en la ciénaga de los sueños rotos
Pierdo a jirones la piel
Del alma,
Y el corazón entre el hielo,
Late en sinfonías moribundas
Con acordes de espanto y derrota.
Sí, quisiera poder sentir,
En la dulce ebriedad de un ensueño,
Mis manos en tus manos esta noche,
Pero mis dedos dormidos
Nunca conocieron tacto,
Y el peso de la vigilia,
Como tenaza en los labios,
Se me hace eterno.
Noche de amor auténtico, sin adornos ni aditamentos, íntima, sencilla y, sin embargo, tan llena de sensaciones.
ResponderEliminarMuy bien.
Las ausencias se caramelizan, sin darte cuenta comienzas a tejer un mentira a base de jirones incordes, una mentira k recoge l sangre vertida por una herida abierta, pero k no la cierra, la hace perdurar mas...
ResponderEliminarCurioso...
Besos de domingo
Eso es, así lo siento yo, lo que le dijo "Elvira" a "Manuel" cuando se dirigió a él en ese momento en que él decidió poner fin al encuentro.
ResponderEliminarEn ese momento, por una de sus múltiples cicatrices se le desbordó la sensibilidad en "in-tacto" verso.
Un beso a tod@s
Habrá que "ensoñar" ese roce de manos, querido Ulises, la imaginación, como bálsamo ungüento,
ResponderEliminar¡viene tantas veces a poner algo de alivio a la precaria realidad...!
Un abrazo, querido Rafa. Bellísimo poema.
ResponderEliminarEs, Circe, la vigilia, la prisión más inexpugnable y perpetua a la que pueden ser condenadas las esperanzas.
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