Esta noche he soñado con Antonio,
Amigo de la infancia que, no hace mucho,
Falleció de cáncer.
Íbamos subiendo las escaleras
Del bloque en que vivíamos entonces,
Cuando, de súbito, me miró y dijo:
“Adiós, amigo, adiós”, para caer rodando
Hasta el descansillo del primer piso.
Yo baje, apresurado,
Para ver como estaba,
Y quedé horrorizado al contemplar
Su cuerpo y su cabeza separados
Sobre el ocre del tétrico enlosado.
Comencé a gritar llamando a su madre,
A su padre, a mi madre, a los vecinos…
Pero nadie escuchaba;
Yo estaba solo con aquel cadáver,
En un lugar que, ahora,
Me era desconocido,
Sin nadie que atendiese a mis gritos de espanto.
Comencé a sosegarme al observar
La abusiva limpieza de la onírica escena
-No había sangre, sólo ensueños rotos
Salpicando la pared amarilla-,
Y quise creer que estaba soñando.
Pero, entonces, Antonio abrió los párpados
Y empezó a mirarme con unos ojos
Que ya no eran los suyos:
Eran dos sombras, de intenso celeste,
Mirando desde abismos infernales,
Y, al fin, mi propia mirada, perdida,
Entre la luz del ayer y la nada.
Y, entonces, deseé,
Con todas las fuerzas de mis entrañas,
Ser yo aquel lú-gu-bre de-ca-pi-ta-do.
3 comentarios:
Terrible...condensando tanto en tan pocos versos...¿la astenia primaveral?...te has parado a pensar en el concepto de soledad con un cadaver...
un fuerte abarzo.
Hay sueños como losas.
Lo siento, Rafa, me rebelo contra ese sueño y me rebelo contra tu actitud.
Hace unos momentos he leído en mi blog un comentario tuyo hablando de que la vida es una poesía. A mí me pareció un canto de esperanza y me alegré por tí pero no voy a dejar que pienses que nada merece la pena porque la vida nos sorprende cada día con algo que nos hace aferrarnos a ella.
He pasado un cáncer. Estoy luchando contra una depresión. Pero cada día cuando abro los ojos y te juro que no es mentira, lo primero que digo es:¡Buenos días Vida!
Miles de besos, Rafa.
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