Trepa el que carece de nombre por las paredes de sus sueños blancos. Atrás va dejando noches quemadas. Pero la última de sus huellas de hielo resbala en el alfeizar y la torre de marfil se transmuda en ergástula. Se desploma. Se desploma abatido hacia el adentro de un abismo de nieve fuliginosa y salada mientras las sombras van amaneciendo. No hay hierros ni potros en lo oscuro. Tampoco verdugo. Sólo está solo.
domingo, 30 de noviembre de 2008
sábado, 29 de noviembre de 2008
La niebla
1. Manuel.
Nunca pensó que se decidiría a hacerlo, pero ya había sobrepasado el límite de sus decadentes fuerzas, no podía más, el dolor lo había vencido.
Una lágrima rodó por su mejilla.
Después, un instante de determinación y un violento estruendo, que apenas llegó a escuchar, lo sumieron, salpicando la niebla de mudos ocasos, en la oscuridad absoluta, en el frío, en la eterna inercia de lo estático.
2. Elvira.
Nunca llegó a conocer el significado de la palabra tristeza, ni siquiera cuando rechazó para siempre a Manuel, apartándolo bruscamente de su vida: era un ser excepcional manejando las propias emociones.
No había síntomas que lo presagiasen. No obstante, tras un reconocimiento rutinario, el diagnóstico fue tajante: o un transplante, o su vida se podría alargar como mucho por dos años, pero, también, apagarse repentinamente en cualquier instante.
Tras la intervención se consumió en tan sólo seis horas.
Oficialmente se achacó a un brutal rechazo hacia el órgano transplantado, pero lo cierto es que su muerte se produjo por no ser capaz de soportar la tristeza con la que venía lastrado aquel corazón ajeno envuelto por la niebla.
Nunca pensó que se decidiría a hacerlo, pero ya había sobrepasado el límite de sus decadentes fuerzas, no podía más, el dolor lo había vencido.
Una lágrima rodó por su mejilla.
Después, un instante de determinación y un violento estruendo, que apenas llegó a escuchar, lo sumieron, salpicando la niebla de mudos ocasos, en la oscuridad absoluta, en el frío, en la eterna inercia de lo estático.
2. Elvira.
Nunca llegó a conocer el significado de la palabra tristeza, ni siquiera cuando rechazó para siempre a Manuel, apartándolo bruscamente de su vida: era un ser excepcional manejando las propias emociones.
No había síntomas que lo presagiasen. No obstante, tras un reconocimiento rutinario, el diagnóstico fue tajante: o un transplante, o su vida se podría alargar como mucho por dos años, pero, también, apagarse repentinamente en cualquier instante.
Tras la intervención se consumió en tan sólo seis horas.
Oficialmente se achacó a un brutal rechazo hacia el órgano transplantado, pero lo cierto es que su muerte se produjo por no ser capaz de soportar la tristeza con la que venía lastrado aquel corazón ajeno envuelto por la niebla.
jueves, 27 de noviembre de 2008
Dónde...
¿Dónde yace el corazón,
Yermo amasijo desecho,
Que erradicase del pecho
Una atroz desilusión?
¿En qué lugar la pasión
De ese afecto que, maltrecho,
Ya es sólo helado despecho
Fraguado en la sinrazón?
¿Dónde se halla el alma yerta
Cuando su faro encendido
Se mudó en noche desierta?
Ahogándose sin sentido
En la mazmorra sin puerta
De las aguas del olvido.
miércoles, 26 de noviembre de 2008
La agonía en el verbo
"Yo sólo existo cuando tú me nombras."A veces aún mi nombre de tus labios
Rafael León
Germina hecho cizaña cuando pasa
Mi espectro silencioso ante la roca
Impúdica y brutal de tu desprecio
–Estruendo que percute contra el tímpano
Grabando el epitafio que amortaja
Su inmunda evanescencia desolada-.
Mi búsqueda, cadáver devastado,
Se pudre al otro lado del abismo.
Sin alas, la contemplo en la distancia
Y sangro por los ojos sal a gritos...
Sin eco que haga un puente en el vacío
Me espanto del postrer de mis anhelos:
Saltar para escapar del sinsentido
De no mudarme en carne como antaño
Al ser mi nombre verbo entre tus labios;
–Horror con que construyen su esperanza
Los muertos prematuros,
Los vencidos.-
martes, 25 de noviembre de 2008
"Octubre" (un cuadro de Mar Sánchez) y "Desolación"
lunes, 24 de noviembre de 2008
Negativo
En el verso quebrado,
Desangrándose a chorros sin cadencia,
Se consume el poema:
No hay métrica que aguante
La arritmia que, indolente, hacia el ocaso,
A golpes difumina el horizonte,
Ni asonancia posible en las estrellas,
Para tanto silencio.
Un estrépito mudo
Carcome en sus periplos a la noche
Y, ajadas bajo el peso de sus huellas,
Minuto tras minuto, prematuras,
Las horas se suicidan en lo eterno.
El pañuelo del tiempo se deshace:
No es el último adiós que soslayamos,
Esperando una luz al fin del túnel,
Con sólo frágil piel por equipaje;
Es la densa maraña que, en las vías,
Se expande disgregando en el olvido
El hierro, las traviesas, los andenes,
Los signos de los mapas,
Origen y destino.
Qué más decir si nada se hubo dicho,
Qué argumentos usar frente al silencio,
Frente a la mar en calma…
No sé si tú
Lograste remontar a tiempo el vuelo,
Migrando a primaveras encendidas
Y a auroras renaciendo en otros cánticos;
Yo, atónito, ya he visto, al fin del túnel,
La luz, en negativo, del invierno,
Opaca, queda y muda como el mármol.
domingo, 23 de noviembre de 2008
La sinrazón
Abandono
sábado, 22 de noviembre de 2008
Puerta cerrada
viernes, 21 de noviembre de 2008
Under pressure
jueves, 20 de noviembre de 2008
Memento
Brutales, acerados e incesantes,
“Memento mori”
Irrumpen los recuerdos en la mente,
Dejando al corazón turbio y vacío,
Arrítmico, infartado, sin aliento,
Exangüe en su hemorragia sin cauterio.
Ya no es posible discernir lo cierto,
Lo que un instante estuvo entre las manos,
Del humo, los anhelos, las cenizas
De un fuego que jamás fue llama viva;
El antes, el después y el vacuo ahora
Se enredan confundidos en un tiempo
Que es ciénaga atrapando al alma inmóvil
–Memento con sus brazos extendidos,
Tratando de alcanzar el horizonte,
Y huellas enraizando en lo salobre-.
Fotografía: Ivan Pinkava, “Memento mori II”, 2001.
Anacronía
miércoles, 19 de noviembre de 2008
Revelación
Empiezo a comprenderte, Soledad,
A entender tu estrategia de urdir tierra quemada,
De horadar el terreno que sustenta a tus víctimas,
De meterte en su sangre.
Me admiro de tu fuerza, tu constancia.
Pero no eres perfecta.
---------------------------- Ya, también,
Comienzo a conocer tus puntos débiles:
Los sueños, la sonrisa, la esperanza,
Los besos, la ternura, la palabra…
No cabe ya, por tanto, duda alguna
De que, inerme, a tus pies
---------------------------------- yazgo rendido.
Ilustración: "La tierra quemada", de B. Nemenskiy
10 años de ecologismo social en Huelva
Hasta hace diez años, el movimiento ecologista de Huelva estaba organizado en la Coordinadora Ecologista de Huelva que agrupaba a varios grupos surgidos en la década de los 80 en diferentes localidades de la provincia. Nos coordinábamos también en la CEPA (Confederación Ecologista Pacifista de Andalucía) y enlazábamos con otras coordinadoras y plataformas en la Coordinadora de Defensa Ambiental (CODA). A finales de 1998 participamos en la creación de Ecologistas en Acción, culminando un proceso de debates y reflexiones en torno a la creación de una confederación de grupos que con principios ideológicos y de acción comunes, alcanzase una mayor eficacia en la defensa del medio ambiente.
Desde entonces han sido 10 años de compartir acción, ideas y aprendizajes, sobre lo que queremos reflexionar con quienes nos hemos ido relacionando en nuestra actividad cotidiana.
PROGRAMA
19: 00
• Imágenes de 10 años de actividad ecologista en Huelva
19: 30
Mesa Redonda: Como nos han visto y como ven a Ecologistas en Acción
Participan:
• Miguel Ángel Gea, periodista de Canal Sur TV
• Rafa Moreno, periodista de Huelva Información
• Joaquín Moya, participante histórico en el movimiento asociativo de Huelva
• Juanjo Carmona, de la asociación ecologista ADENA‐ WWF
• Pedro Terrades, pionero del movimiento ecologista en Huelva
• Justo Mañas, Viceconsejero de Vivienda y Ordenación del Territorio de la Junta de Andalucía
Presenta y modera: Luis Domínguez
21:00
• Cierre poético con Eladio Orta, María Gómez y Rafa León.
martes, 18 de noviembre de 2008
Las hojas secas
lunes, 17 de noviembre de 2008
Ser
domingo, 16 de noviembre de 2008
Génesis
La justiciera
sábado, 15 de noviembre de 2008
La bien hablada
Sal, sin lengua, a gritos
viernes, 14 de noviembre de 2008
Reinventando el refranero (II): Ultraje
Tratado de geomorfología
I
Erosión
Con la entraña hecha pedazos,
Le conté la tierna historia
De dos almas desunidas
Que al ocaso de sus vidas
Se hubieron reconciliado.
"Para que veas –me dijo-
Que hasta la piedra más dura,
Si antes fuese corazón,
Puede albergar la clemencia
Hasta mudarse en ternura".
(Yo entonces desconocía
Que un pedernal en su pecho,
Petrificado ab aeterno,
Brillaba como guadaña
Pétrea y filosa en mi herida).
Y corte a corte en arena
Transmudó mi sangre, aguda,
Y, sin piedad, desdeñosa
La arrojó entre la basura
Donde pudríase de pena.
II
Metamorfización
Mas con el tiempo una flor
Férrea y de pétalos negros,
Con la presión del tormento
Volvióse la blanda arena
Brotando entre los desechos.
Y al sentir su corazón
Vengativo en mis adentros
No quepo en mí del espanto:
De dureza me infecto,
Mi pedernal desamado.
Mas mi espanto doy bueno,
Pues mi acerado rencor
Ansioso por ser guadaña,
Va devorando el dolor,
Que le daba vida a mi alma.
Con la entraña hecha pedazos,
Le conté una historia tierna,
Y ahora soy hierro aguardando
A que surja la ocasión
De mudarla arena yerma.
III
Hidrogeomorfología
(Aunque aún queda una esperanza
Para esta flor sin latidos,
Pues antes fue un corazón
Y pudiera en el rocío
Recuperar su alma blanca.).
jueves, 13 de noviembre de 2008
Estreno de "Violeta y el baúl americano"
Apreciad@s amig@s:
Violeta y el baúl americano, cortometraje documental dirigido por Luna Baldallo y Rocío González, que trata sobre la vida de Manuela Rejas, la primera mujer ilusionista de España, será estrenado en el XXXIV Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, en la Sección Especial Huelva. El acto tendrá lugar el próximo miércoles día 19 a las ocho y media de la tarde (20:30) en la Sala 1 del Cinebox Aqualon.
El corto es una producción de Artegestión Cultura y Eventos, y contó con el patrocinio de la Diputación de Huelva, la Fundación Cajasol y la Universidad de Huelva.
Los miembros del equipo de personas que lo hizo posible solicitamos la máxima difusión de esta información, y os esperamos en el estreno. Saludos cordiales,
Paco Tovar (Productor)
Enlaces donde hay más sobre "Violeta y el baúl americano" en este espacio.
- Violeta y el baúl americano
- Violeta la maga (artículo de María Gómez)
- Pre-estreno de Violeta y el baúl americano
- La llama prodigiosa
Violeta y el baúl americano, cortometraje documental dirigido por Luna Baldallo y Rocío González, que trata sobre la vida de Manuela Rejas, la primera mujer ilusionista de España, será estrenado en el XXXIV Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, en la Sección Especial Huelva. El acto tendrá lugar el próximo miércoles día 19 a las ocho y media de la tarde (20:30) en la Sala 1 del Cinebox Aqualon.
El corto es una producción de Artegestión Cultura y Eventos, y contó con el patrocinio de la Diputación de Huelva, la Fundación Cajasol y la Universidad de Huelva.
Los miembros del equipo de personas que lo hizo posible solicitamos la máxima difusión de esta información, y os esperamos en el estreno. Saludos cordiales,
Paco Tovar (Productor)
Enlaces donde hay más sobre "Violeta y el baúl americano" en este espacio.
- Violeta y el baúl americano
- Violeta la maga (artículo de María Gómez)
- Pre-estreno de Violeta y el baúl americano
- La llama prodigiosa
Hontanares de ceniza
El sueño al que mate por no ser llaga
Infecta en la epidermis de su calma,
Protervo ha renacido ante mis ojos,
Mudado en pesadilla con la aurora.
Vagaba por las calles despobladas
Con náuseas de agonía, tambaleante,
Sangrando a borbotones por la herida
Que abríme al extirparlo de mi entraña,
E igual que una fontana en el desierto
Lo he visto revelarse ante mis ansias.
Hastiado de hontanares de cenizas
Donde antes hubo fuentes alumbrando
Me he dicho “debe ser un espejismo”…
Mas, ciertas, de humedad me han salpicado
Sus gotas sin llegar hasta mis labios
Y luego entre la arena, cruel y esquivo,
Con un brutal desdén se ha ido ignorándome;
¡Qué espanto ata a la sed que ha olido el agua!
Un pútrido venero, mis pupilas,
Entonces, salitrosas han vertido
Al rauda comprender la evanescencia
Que agosta el espejismo turbio y yermo
Que gélido y sediento ya es mi alma.
miércoles, 12 de noviembre de 2008
Lo que nunca podremos
Criatura en plegaria
Esta noche de nuevo me encamino,
Como hago cuando aprieta la tristeza,
De vuelta hacia el infierno musical .
En esta noche en este mundo no hay
Motivos para urdir pequeños cantos;
Perdida la aventura para siempre,
La tierra más ajena me reclama
A hacerme en ella piedra de locura.
Es tanta la amargura en esta jaula
Que, ungido por el signo de su sombra,
Me siento menos solo en el vacío.
Poseso en la distancia de las lilas
Y herido, en esta noche en este mundo
La última inocencia está en la muerte.
martes, 11 de noviembre de 2008
Luz negra
Hoy he matado a un sueño.
Su peso, cual vacío en las entrañas,
Me había deformado por completo,
Creando en mi alma un rictus pavoroso
De duelo y de veneno, atravesando
Los límpidos motivos de su origen.
La bruma en mis entrañas me impedía
Llegar a ver las garras que en mis manos
Colmaban de ancho espanto la mirada
Que fuese estanque, mi ansia, reflejando.
Mas se ha enturbiado su agua de mentiras,
Tratando de escudarse del salitre
Que, ingenuo, le inyectaba a sus veneros,
Y, unido a su penumbra, he vislumbrado
La lúgubre mazmorra que encerraba
Su luz bajo las fauces de mi anhelo.
Y a fuerza de mordiscos lo he sacado
Sangrando agonizante de mi pecho.
¿Visteis alguna vez morir a un sueño?
¿Sus vísceras, su sangre, sus pupilas
Inermes resistiéndose al ocaso?
¿Sus manos suplicantes en el aire
Asidas para no perder su aliento?
¿Habéis bebido, acaso, de la herida
Que queda cuando al fin ya fue extirpado?
No sabe amarga, sabe a evanescencia,
A oscuro firmamento, como a nada.
Hoy he matado a un sueño
Y en su alma renacida en la vigilia,
El alba emerge sólida y radiante,
En tanto que una noche sin auroras
Diluye al soñador y a lo soñado.
Estación de penitencia (VIII)
Desde la herida abierta se derraman
Cenizas mortecinas: sólo lágrimas.
Ya no hay sangre en las venas ni un motivo
Que me hagan anhelar o que permitan
Cualquier resurrección, la vuelta a casa.
Por los labios cosidos,
Por la hiel y el vinagre
Por las manos atadas,
Por los brazos partidos
Por los ojos sin luz,
Por la cruz sobre el ansia…
Ven de madrugada a darme un beso.
Pero que sea de Judas y después
Recoge las cenizas de mi llanto
Y arrójalas aún vivas a los perros.
lunes, 10 de noviembre de 2008
Desdén
La mujer sin nombre
“Pero mi corazón no olvida
a la que dio la vida por una mirada.”
Anna Ajmátova
La Historia no acostumbra a mostrarse justa ni a expresar el mínimo atisbo de clemencia para con los vencidos. Cuando la mujer de Lot se volvió hacia Sodoma, no sólo se transmudó en estatua de sal, sino que, además, dejó en manos de la Historia su condición de derrotada y, por consiguiente, todo un despiadado cúmulo de interpretaciones acerca de su gesto.
Sin duda las más inhumanas y brutales se inscriben en el contexto de la tradición judeo-cristiana y su férreo y aberrante concepto del pecado, el cual sólo excepcionalmente deja de ser sancionado de acuerdo con los criterios inmisericordes de la Ley del Talión. Así, de esta mujer, que para las Sagradas Escrituras no mereció tan siquiera el atributo de una identidad propia –fue identificada simplemente como “la mujer de”-, se ha dicho, dentro del contexto citado, que al volverse hacia el fuego y el azufre, lo estaba haciendo hacia el pecado, que lo hacía en la añoranza de la riqueza perdida y que, por todo ello, junto con su desobediencia hacia el mandato de Jehová, recibió su justo y merecido castigo.
No faltan, incluso, quiénes interpretan, ya en ese contexto, ya no tan imbuidos o completamente despojados de la rémora moralista judeo-cristiana, que la conducta de aquella mujer sin nombre supone un afán conservador, un deseo de anclarse en lo establecido que reniega del progreso. Y es que el gesto de esta mujer sin nombre da para mucho, incluso para mucho más que las meras interpretaciones moralistas de siempre o las más recientes inspiradas de manera abusiva en concepciones de carácter positivista.
Un inciso para nada baladí. ¿Cuál fue realmente el "pecado" de Sodoma?, ¿fue realmente la sodomía o ésta no es más que un pretexto tras el que se ocultan la verdaderas razones del duro castigo impuesto por Jehová, a modo de señor feudal, a sus vasallos? En una época en la que el valor más preciado para los señores de cualquier tribu era disponer de una prole amplía, la sodomía, sin duda, constituía una conducta que desafiaba, en lo más profundo de sus raíces, la escala de valores vigente; sin una prole amplía no era posible satisfacer los afanes de conquista e, igualmente, resultaba harto improbable incrementar los recursos que, miserablemente, eran detraídos por los “señores” o dirigentes de las tribus, a partir del trabajo de sus súbditos tributarios. “Creced y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Génesis 1:28.) ordenó Jehová a “nuestros primeros padres”, recién éstos creados. “Creced y multiplicaos”, mandato –o gracia divina- repetido hasta la saciedad posteriormente en el libro del Génesis. Mandato que, desobedecido por Onán –“Y sabiendo Onán que la descendencia no había de ser suya, sucedía que cuando se llegaba a la mujer de su hermano, vertía en tierra, por no dar descendencia a su hermano” (Génesis, 38:8.)- recibió, por parte de Jehová, el castigo de la muerte. Que duda cabe, pues, que la “esterilidad” era en la época un pecado que merecía la más dura de las sanciones.
Es en la mirada de los poetas donde el gesto de la mujer de Lot, sin terminar de desprenderse de la sal que le invadió el alma, comienza a tomar una dimensión menos amarga. Así, ese mirar hacia Sodoma se transforma en metáfora lírica que expresa ya no un pecado, sino la nostalgia y el dolor por lo perdido. No obstante, no deja de ser ésta una visión hacia el derrotado y sus lamentos, hacia aquellos que, como el Rey Chico de Granada, se vuelven hacia la ciudad del Darro con lágrimas en los ojos por no haber sabido conservar lo que tanto querían.
Y en esto llega Ajmátova para reivindicar otro modo de contemplar la imagen de la mujer sin nombre, para dar una nueva interpretación al espantoso, ominoso, despiadado e injusto pasaje bíblico del que es protagonista. La visión de alguien que, como la mujer de Lot, sufrió en sus carnes el dolor inenarrable que le produjeron el desarraigo y el destierro, así como el ajusticiamiento de los suyos. Porque Jehová, que condena a morir calcinados bajo una inclemente lluvia de fuego y azufre a los que, según “su” particular, sesgado e interesado criterio, habían terminado por abrazarse a una vida disoluta y de pecado, “salva” a los justos de Sodoma, “premiándolos” con la cruz del desarraigo y el destierro… ¡Cuánta injusticia!, ¡qué atroz inmisericordia!
Así, en la voz de Ajmátova, el gesto, tan secularmente vilipendiado, se convierte en gesta; la gesta de quién, frente a la injusticia del destierro, y sin dejar de conocer las consecuencias que su acción le traerían de manera inmediata, ejerce su deber y su derecho –sin que ello suponga que al mismo tiempo se pueda estar desprendiendo del ineludible y doloroso sentimiento de nostalgia que la embarga por su pérdida- a un último acto de rebeldía, la rebeldía de un desterrado ya para siempre sin tierra. El castigo ya es sabido. Aunque, quizá, no se haya reparado nunca suficientemente en lo congruente y paradójico que, a la vez, resulta con respecto al “pecado” que castiga. Porque el pecado de Sodoma, hacia el que la mujer sin nombre vuelve la mirada, no es otro que la desobediencia o el no disponerse con la suficiente diligencia al mandato “divino” de la procreación, a ese “creced y multiplicaos” que juega el rol de leitmotiv en las Sagradas Escrituras –así como en el devenir histórico-, ya desde sus primeros versículos. “Entonces la mujer de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se volvió estatua de sal” (Génesis 19:26). Una mirada hacia el “pecado”, que le supone, sin posibilidad de defensa ni de juicio previo ni aun sumarísimo, el mudarse en estatua de sal. Estatua de sal… ¿puede imaginarse algo más estéril, algo tan efímero, algo tan expuesto a la evanescencia a poco que sea golpeado por los dedos inconscientes del aguacero imparable de los siglos?
Pero esa estatua yerma, pese a todo, pese a esa esterilidad e inexistencia perpetuas a las que han pretendido condenarla tanto la Historia como la tradición judeo-cristiana, ha logrado mantener su solidez frente a la llovizna del tiempo para, tras instalarse en el corazón de Ajmátova, tomar un nuevo significado, una nueva dimensión, la fructífera dimensión reservada a los que se rebelan frente a la injusticia del desarraigo y el destierro con la única esperanza de que lo perdido permanezca, al menos durante el mayor tiempo posible, en la memoria tanto de vencedores como de vencidos.
Aun yermo y sin identidad ya probablemente por siempre, mi corazón de sal, como el de Ajmátova, tampoco olvida a la mujer sin nombre.
Sin duda las más inhumanas y brutales se inscriben en el contexto de la tradición judeo-cristiana y su férreo y aberrante concepto del pecado, el cual sólo excepcionalmente deja de ser sancionado de acuerdo con los criterios inmisericordes de la Ley del Talión. Así, de esta mujer, que para las Sagradas Escrituras no mereció tan siquiera el atributo de una identidad propia –fue identificada simplemente como “la mujer de”-, se ha dicho, dentro del contexto citado, que al volverse hacia el fuego y el azufre, lo estaba haciendo hacia el pecado, que lo hacía en la añoranza de la riqueza perdida y que, por todo ello, junto con su desobediencia hacia el mandato de Jehová, recibió su justo y merecido castigo.
No faltan, incluso, quiénes interpretan, ya en ese contexto, ya no tan imbuidos o completamente despojados de la rémora moralista judeo-cristiana, que la conducta de aquella mujer sin nombre supone un afán conservador, un deseo de anclarse en lo establecido que reniega del progreso. Y es que el gesto de esta mujer sin nombre da para mucho, incluso para mucho más que las meras interpretaciones moralistas de siempre o las más recientes inspiradas de manera abusiva en concepciones de carácter positivista.
Un inciso para nada baladí. ¿Cuál fue realmente el "pecado" de Sodoma?, ¿fue realmente la sodomía o ésta no es más que un pretexto tras el que se ocultan la verdaderas razones del duro castigo impuesto por Jehová, a modo de señor feudal, a sus vasallos? En una época en la que el valor más preciado para los señores de cualquier tribu era disponer de una prole amplía, la sodomía, sin duda, constituía una conducta que desafiaba, en lo más profundo de sus raíces, la escala de valores vigente; sin una prole amplía no era posible satisfacer los afanes de conquista e, igualmente, resultaba harto improbable incrementar los recursos que, miserablemente, eran detraídos por los “señores” o dirigentes de las tribus, a partir del trabajo de sus súbditos tributarios. “Creced y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Génesis 1:28.) ordenó Jehová a “nuestros primeros padres”, recién éstos creados. “Creced y multiplicaos”, mandato –o gracia divina- repetido hasta la saciedad posteriormente en el libro del Génesis. Mandato que, desobedecido por Onán –“Y sabiendo Onán que la descendencia no había de ser suya, sucedía que cuando se llegaba a la mujer de su hermano, vertía en tierra, por no dar descendencia a su hermano” (Génesis, 38:8.)- recibió, por parte de Jehová, el castigo de la muerte. Que duda cabe, pues, que la “esterilidad” era en la época un pecado que merecía la más dura de las sanciones.
Es en la mirada de los poetas donde el gesto de la mujer de Lot, sin terminar de desprenderse de la sal que le invadió el alma, comienza a tomar una dimensión menos amarga. Así, ese mirar hacia Sodoma se transforma en metáfora lírica que expresa ya no un pecado, sino la nostalgia y el dolor por lo perdido. No obstante, no deja de ser ésta una visión hacia el derrotado y sus lamentos, hacia aquellos que, como el Rey Chico de Granada, se vuelven hacia la ciudad del Darro con lágrimas en los ojos por no haber sabido conservar lo que tanto querían.
Y en esto llega Ajmátova para reivindicar otro modo de contemplar la imagen de la mujer sin nombre, para dar una nueva interpretación al espantoso, ominoso, despiadado e injusto pasaje bíblico del que es protagonista. La visión de alguien que, como la mujer de Lot, sufrió en sus carnes el dolor inenarrable que le produjeron el desarraigo y el destierro, así como el ajusticiamiento de los suyos. Porque Jehová, que condena a morir calcinados bajo una inclemente lluvia de fuego y azufre a los que, según “su” particular, sesgado e interesado criterio, habían terminado por abrazarse a una vida disoluta y de pecado, “salva” a los justos de Sodoma, “premiándolos” con la cruz del desarraigo y el destierro… ¡Cuánta injusticia!, ¡qué atroz inmisericordia!
Así, en la voz de Ajmátova, el gesto, tan secularmente vilipendiado, se convierte en gesta; la gesta de quién, frente a la injusticia del destierro, y sin dejar de conocer las consecuencias que su acción le traerían de manera inmediata, ejerce su deber y su derecho –sin que ello suponga que al mismo tiempo se pueda estar desprendiendo del ineludible y doloroso sentimiento de nostalgia que la embarga por su pérdida- a un último acto de rebeldía, la rebeldía de un desterrado ya para siempre sin tierra. El castigo ya es sabido. Aunque, quizá, no se haya reparado nunca suficientemente en lo congruente y paradójico que, a la vez, resulta con respecto al “pecado” que castiga. Porque el pecado de Sodoma, hacia el que la mujer sin nombre vuelve la mirada, no es otro que la desobediencia o el no disponerse con la suficiente diligencia al mandato “divino” de la procreación, a ese “creced y multiplicaos” que juega el rol de leitmotiv en las Sagradas Escrituras –así como en el devenir histórico-, ya desde sus primeros versículos. “Entonces la mujer de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se volvió estatua de sal” (Génesis 19:26). Una mirada hacia el “pecado”, que le supone, sin posibilidad de defensa ni de juicio previo ni aun sumarísimo, el mudarse en estatua de sal. Estatua de sal… ¿puede imaginarse algo más estéril, algo tan efímero, algo tan expuesto a la evanescencia a poco que sea golpeado por los dedos inconscientes del aguacero imparable de los siglos?
Pero esa estatua yerma, pese a todo, pese a esa esterilidad e inexistencia perpetuas a las que han pretendido condenarla tanto la Historia como la tradición judeo-cristiana, ha logrado mantener su solidez frente a la llovizna del tiempo para, tras instalarse en el corazón de Ajmátova, tomar un nuevo significado, una nueva dimensión, la fructífera dimensión reservada a los que se rebelan frente a la injusticia del desarraigo y el destierro con la única esperanza de que lo perdido permanezca, al menos durante el mayor tiempo posible, en la memoria tanto de vencedores como de vencidos.
Aun yermo y sin identidad ya probablemente por siempre, mi corazón de sal, como el de Ajmátova, tampoco olvida a la mujer sin nombre.
En la ilustración, un lienzo fechado aproximadamente
hacia 1530 y de autor desconocido, se representa a
Lot junto a sus dos hijas, con Sodoma al fondo bajo
la lluvia "divina" de azufre y de fuego.
hacia 1530 y de autor desconocido, se representa a
Lot junto a sus dos hijas, con Sodoma al fondo bajo
la lluvia "divina" de azufre y de fuego.
Abstinencia
sábado, 8 de noviembre de 2008
La patria roja
Yo nunca he padecido las desdichas
Que fraguan la excelencia de un poeta:
Ni el hambre, ni el presidio, ni la guerra
Ni el lúgubre hipogeo del destierro.
Yo sólo sufro, eterno, el desarraigo
Del rojo territorio de una patria
Que nunca me acogió entre sus latidos
Y ha sido devastada de destiempo.
Y, ajeno a la impiedad de los dictados
Que imponen condiciones a mi exilio,
Me vuelvo a cada instante hacia Sodoma,
Y, estéril de salitre, mi mirada
Se vierte en pétreos versos de añoranza
Carentes de grandeza y sin destino.
Que fraguan la excelencia de un poeta:
Ni el hambre, ni el presidio, ni la guerra
Ni el lúgubre hipogeo del destierro.
Yo sólo sufro, eterno, el desarraigo
Del rojo territorio de una patria
Que nunca me acogió entre sus latidos
Y ha sido devastada de destiempo.
Y, ajeno a la impiedad de los dictados
Que imponen condiciones a mi exilio,
Me vuelvo a cada instante hacia Sodoma,
Y, estéril de salitre, mi mirada
Se vierte en pétreos versos de añoranza
Carentes de grandeza y sin destino.
viernes, 7 de noviembre de 2008
Noviembre
Como en el vendaval un pájaro golpea
con todo su cuerpo un cristal transparente
y se mancha de sangre su ala blanca.
Anna Ajmátova
En mi redor no hay luz. Un pozo negro
Se alzó como la bruma de noviembre
Se cierra en torno al faro cual los párpados
De un náufrago que agosta, en su demora,
El muelle, los telares, la esperanza
Que alienta a la mujer del argonauta.
Gaviotas, como títeres al viento,
Quebradas en su vuelo se desploman
Inermes contra el muro de la noche:
Hace un frío de huesos sin guarida.
Perdido ya sin sueños ni odisea,
Me duelen la humedad y la penumbra,
Y el pozo va invadiendo mis adentros
De gélidas esquirlas de piel lívida.
La costumbre es un viento sin clemencia.
De súbito… se alumbra un espejismo
–Luz que, prestada, brilla en la alta luna-.
Mas la sangre que vierten las heridas
Por mis uñas y dientes desgarrados
De trepar hacia el fondo hechos ceguera,
Vidriera se transmuda en el camino
Tintando de agonías mi plumaje.
jueves, 6 de noviembre de 2008
La visita en el espejo
miércoles, 5 de noviembre de 2008
Cuando ya tus cabellos palidezcan
Aunque tú nunca alcances a saberlo,
Cuando ya tus cabellos palidezcan
Y no sea mi memoria más que un légamo
Brumoso y desteñido en tu crepúsculo,
Mi ocaso habitará junto a tu lecho.
Aunque tú no me sientas a tu lado
Ni escuches de mi boca enmudecida
Los cánticos que siempre entre mis labios,
Silentes se abstuvieron de nombrarte,
Tu nombre alentará mi último verbo.
Aunque ya no recuerdes quienes fuimos
Y no sea yo siquiera ni un fantasma
Que vuelve cada doce de febrero
Buscándose en tu voz por un instante,
Fatuo susurro, te tendré en mis sueños.
Que, fiel, cuando presiente al fin la muerte
Regresa a casa el perro apaleado
Buscando esperanzado la caricia
Que nunca recibiera de su dueño.
martes, 4 de noviembre de 2008
La mujer de Lot (un poema de Anna Ajmátova)
Entonces la mujer de Lot miró
atrás, a espaldas de él, y se
volvió estatua de sal.
Libro del Génesis
atrás, a espaldas de él, y se
volvió estatua de sal.
Libro del Génesis
Y siguió el hombre justo al enviado de Dios,
grande y resplandeciente, por la montaña negra.
En tanto, una voz penetrante urgía a la mujer:
no es demasiado tarde, aún puedes mirar.
Mira las torres rojas de tu Sodoma natal, la plaza
en que cantaste, el patio donde hilabas, de la casa
en lo alto, las ventanas vacías, la casa en que tus hijos
nacieron, fruto de unión feliz.
Una mirada sólo. Y helados en un dolor de muerte
ya no pudieron mirar más sus ojos.
Sal transparente se tornó el cuerpo todo
y las piernas ligeras en la tierra arraigaron.
¿Y a esa mujer nadie la llorará?
¿Es figura anodina para ocuparse de ella?
Pero mi corazón no olvida
a la que dio la vida por una mirada.
Traducción de Monika Zgustova y Olvido García Valdés.
Ilustración: Retrato de Ajmátova, de Kuzmá Petrov-Vodkin
Estación de penitencia (VII)
lunes, 3 de noviembre de 2008
Ausencia leve como carne de niño
Sobre el lecho, olvidado, yace un sueño.
Su albura inmaculada se confunde
Con la helada mortaja de cellisca
Que, lúgubre e insomne, entre las sábanas,
Conserva incorruptible su alma muerta.
Ajeno, sin cauterio, al ritmo cíclico
De hielo y flores breves sucediéndose,
Inmóvil se halla atado a un desamparo,
Oscura noche eterna sin crepúsculo.
¿Cuánto dura en lo yerto la desdicha?
¿Cuánto tarda en pudrirse el hueco frío
Que deja en la memoria un sueño exangüe?
Algunos, sólo algunos, de entre aquellos
A los que tanto quise largo tiempo
Me han demolido. Fueron pocos, cierto;
Mas una leve chispa en los jarales
¿No basta, en ocasiones, por sí sola,
Para, un ruinoso yermo de cenizas,
Dejar, si sopla un viento ardiente y seco,
Donde hubo una arboleda florecida?
La vida es corta, apenas un relámpago,
Mas como sobra el tiempo a un sueño henchido
De muerte desde la hoja a sus raíces.
¡Qué fácil abatir, como a un despojo,
Al roble calcinado a fuego y nieve!
Sumida, pues, el alma entre vestigios
De tiempo desgastado y ancho olvido,
Lo cómodo, quizá, fuese la muerte,
Unir el cuerpo al alma sin aliento,
Y hundirse quedamente en el remanso
Do el odio y el amor nunca existieron.
Mas ese no es destino para el roble:
Su tronco, desplomado de desprecio,
No habrá de ser motivo para el hacha
Que blanden miserables y perversos
Ni savia para el duelo de los tristes.
Y así resistirá con arduo empeño
Que el tiempo desalmado, lentamente,
Transcurra como otoño de salitre
Sin que halla un solo instante en que, en su lecho,
Retoñe de las sombras, como Lázaro,
La frágil flor de un sueño inexistente.
¿Cuánto dura en lo yerto la desdicha?
Como la aurora, nunca eternamente.
Algunos, sólo algunos, de entre aquellos
A los que tanto quise, a los que aún quiero,
Me han demolido, reducido a polvo;
Mas polvo que hasta el fin del tiempo exánime
Que pudre sus vestigios sin futuro,
Llevará dignamente el crudo espanto
De polvo ser, sin vida, enamorado.