Resignación
Es igual, nos iremos
un día cualquiera y nada
de esto habrá acontecido.
No te habré conocido.
No me habrás olvidado.
Nunca te habré perdido.
Jamás habré sentido
el dolor que se enquista
desde la piel al tuétano
—este dolor que ahora
se me antoja perpetuo—
cuando la lluvia muda
en hielo y petrifica
las agónicas ascuas
donde arraigan los sueños.
Es igual, nos iremos
un día de estos y nunca
habremos sido presa
—tú, vampiro; yo, sangre—
del mordisco del frío.
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