Sima
Me niego a rendir cuentas
y no creo merecer explicaciones:
quebró el aire un relámpago, eso es todo.
El posterior diluvio,
sepultando los surcos y pudriendo
la etérea luz del alba y la semilla,
no fue fruto del trueno,
ni el vacío, criatura
prematura nacida
del ojo virginal de la tormenta.
El vacío lo es todo,
un coloso ab aeterno,
y mi memoria un pozo
henchido de cadáveres.
Cómo decir tu nombre.
Los cadáveres de la memoria a veces resucitan en sueños, unos bellos, otros melancólicos y otros que son verdaderas pesadillas
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