Tártaros olvidados
habitados por ángeles
abatidos, jodidos,
rejodidos: los nadie
sin futuro ni nombre,
que sólo son un número
sin haber en las listas
del hambre y la miseria;
y paraísos fiscales,
morada de demonios:
cara sin rostro, y cruz
de calvario y expolio,
de la misma herejía.
Dónde Uriel con su espada
de fuego, o con su látígo,
aquel bravo insurgente
que, para hacer justicia,
expulsó, sin reparos,
a los diablos del templo.
Dónde demonios, dónde,
El Papa debiera prohibir que nombrasen como "paraíso" estos nidos de malhechores
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