miércoles, 23 de diciembre de 2015

Psicosis

Convivíamos en un cuchitril alquilado. Currábamos durante todo el día y terminábamos la jornada en cualquier garito de mala muerte atiborrándonos de cerveza y marihuana. No recuerdo como conocimos a Elke. Pero un buen día era nuestra compañera de piso. Luego de un tiempo, una noche, en la que -como solíamos decir- llegamos a casa con un puntazo del quince, nos presentó a dos amigas alemanas –quién recordaría sus nombres-, que habían venido a pasar unos días en Sevilla. Y a dormir y satisfacer otras de sus necesidades básicas en nuestro cuchitril. Esa noche soñé con Norman Bates. Y cuando desperté, el dinosaurio… No, creo que esto, amén de ser un plagio, no tiene lugar en este contexto. Quiero decir que a la mañana siguiente, no me atreví a ducharme –esto ya es otra cosa. Me preparé un café y, cuando me disponía a salir para el curro, me crucé en el pasillo con aquella pedazo de morena de un pueblecito de Turingia, que pasó de largo no ya sin decir ni “mu”, sino, o al menos eso me pareció, haciéndolo a través de mí como si yo fuese poco más que una aparición efímera en la mente desquiciada de un loco. Hasta ese momento ni se me había pasado por la cabeza la posibilidad de echar un buen o un mal polvo con la lacónica teutona. No podría asegurarlo, pero supongo que por aquellas fechas, es muy probable que estuviese enamorado hasta los tuétanos de alguna buena moza que me daba calabazas. Así que mis fantasías y anhelos libido románticos sólo podían tener una destinataria. Siempre he sido en estos aspectos bastante maniático. Así que no, ni hasta entonces ni nunca después, en el corto periodo en el que, por decirlo de algún modo, coincidimos, pensé en follar con ella. Pero aquello, aquel modo tan natural más que indiferente de ignorarme, me dolió. Me sentí parte integrante del abismo -y esto no es para nada un modo de añadir palabras sin mayor trascendencia a la narración de aquellos hechos; analícense si no las múltiples interpretaciones al respecto. Me hube de palpar repetidas veces para, en un acto desesperado de defensa propia, tratar de dilucidar si cabía la remota posibilidad de que yo fuese en cierto modo un ser con entidad propia, o hasta menos que un espectro creyéndose soñándose. Hoy, todavía, no he conseguido averiguarlo.

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