martes, 22 de diciembre de 2015

Dejó un sobre a su nombre...



Dejó un sobre a su nombre.
Lacrado.
Con fragancia
añeja a nomeolvides.
Del color de sus ojos
—no diremos cuál era.
No pudo soportar
por más tiempo el destiempo
—ese lastre sin ritmo
salpicado de ausencias—
y, antes de abandonarse
en el regazo amnésico
de la noche, dejó
sobre la mesa un sobre
a su nombre. Al abrirlo
no halló mensaje alguno.
(No supo, en su hasta nunca,
que otra cosa dejarle
por amor más que un último
y estentóreo silencio).

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