Aunque sin duda nunca
ha sido su objetivo,
podría mal que bien la teología
católica ser útil
para expresar el drama de los nadie
que hoy tratan de escapar
del hambre y la miseria
en el llamado continente negro;
esos desventurados que dejados
de la mano de dios en el infierno
del África esquilmada
por la codicia desmedida de las grandes potencias,
buscan recuperar, en forma
de tierra prometida, el paraíso
que les fuera robado,
y, tras años cruzando inverosímiles
fronteras y desiertos
y habiendo franqueado con fortuna
un Mar Mediterráneo funerario,
se topan al final de su periplo
con la espantosa y cruda
realidad: ese edén
prometido existe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario