sábado, 23 de mayo de 2015

La reconquista

Aquella primavera, con la primera luna llena, sembré migas de pan de centeno en el sótano. Fue un mes de abril lluvioso y, a principios de mayo, ya estaban en sazón sus frutos. Extrañas criaturas parlanchinas ―hablaban un idioma gutural por nadie conocido― con la cabeza parecida a un hongo y cuerpo de hechicera. Brillaban en lo oscuro con destellos morados, purpúreos y amarillos. No me atreví arrancarlos de la tierra, por miedo a que muriesen. Y así ocurrió, en efecto, cuando las tropas enemigas entraron en el pueblo y descubrieron mi secreto. Murieron en silencio, dignas como un rebelde. Un sargento chusquero fue el primero en probarlas. Dijo que eran dulcísimas, con sabor a hadas vírgenes. Aquella misma noche, los rebeldes bajaron de los montes y, apenas sin luchar, reconquistaron el valle y las marismas. El enemigo había enloquecido, tras una deliciosa cena.

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