Ha llegado la primavera y amanece. Las golondrinas se columpian en los soleados cordeles para tender la ropa. De pronto se tiran de cabeza -como de un trampolín- asaeteando el aire en busca de la pitanza insectívora para su prole. Pajaritos y palomas carroñan la basura de las calles silenciosas. ¡Qué festín allí donde proliferan los veladores de bares que se han dormidos sin barrer¡
Sevilla se despierta y se acicala, y sale a la calle: los coches por las calzadas y los viandantes por las aceras. Entonces, las aves retornan a su mundo tranquilo: las copas frondosas del arbolado urbano, los aleros y terrazas y el bosque de antenas de las azoteas.
A la atardecida los vencejos surcan el aire como negras y veloces flechas. Cuando se hace de noche les relevan los acrobáticos vuelos ultrasónicos de los lúgubres y misteriosos murciélagos.
Fotografía: SEO/BirdLife
(¢) Carlos Parejo Delgado
ResponderEliminarMeternos entre paréntesis y llenarnos de vencejos y golondrinas... ¡Menos mal, siempre tendremos la primavera !
Echo en falta ese aroma de parque de marialuisa en abril...junto a la estatua de Bécquer, recuerdos de mi adolescencia
Me gusta el costumbrismo quasi decimonónico del amigo Carlos, elegante y levemente nostálgico. Tan sevillano por otra parte, y tan poco sevillanista al uso que tanta gente entiende lo sevillano.
ResponderEliminarAgustín Casado