Los pueblos de España –unos más, otros menos- son muy dados a utilizar
dos varas de medir a la hora de juzgar a los políticos. Así, en tanto a
unos, aun habiendo siendo sorprendidos con el arma homicida en la mano,
se les otorga hasta el final y aún más allá la presunción de inocencia; a
otros, sin pruebas ni jucio previo, se los manda al patíbulo sin
oportunidad de defensa ni apelación alguna.
Es el eterno tópico de los sans culotte o jóvenes descamisados de la revolución francesa-ahora podemos- a los que tanto vilipendiaba la corrompida aristocracia
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