Meneo el abanico
con la frialdad sin fe
que distingue a un autómata.
Pero un sudor glacial
que emerge desde el meollo
carnal de la "masmédula"
me anega hasta las heces,
igual que a un condenado
a bailar un bolero,
sin Beatriz, con los pies
sumidos en las brasas
cáusticas del infierno.
El poema no nos crea
ni nos destruye, sólo
nos deforma.
Poema cargado de misterio
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