Es la cantinela de estos días. Cantinela
que, a modo de falsete, las tiene casi todas consigo para terminar siendo la
canción de este verano. La música, la de un himno de España prostituido hasta
la saciedad por los que tienen y pretenden seguir teniendo la sartén por el
mango, sin importarles un ápice el costo democrático a pagar por su codicia de
poder al servicio del totalitarismo financiero involutivo de siempre. La letra,
la expresión de la confusión y la incoherencia de sus interpretes. Unos
interpretes que llevan ya tiempo, no sin que les falte buena parte de razón,
criticando sin tregua los privilegios de los que gozan los políticos -con mucha
más virulencia cuando estos son de izquierdas-, y, tras la abdicación de Juan
Carlos I, están dedicando todas sus fuerzas a denostar a aquellos que, en la
coyuntura abierta a raíz de la cuestión sucesoria, están saliendo estos días a las
calles en la esperanza de dejar de una vez por todas de ser súbditos, así como
a defender a capa y espada una trasnochada institución monárquica, paradigma de
esos mismos privilegios que tanto han censurado. Paradojas de España.
Los actuales monarcas son una especie de altos ejecutivos asépticos, que huye de politizarse a la izquierda o derecha como del agua hirviendo, pues han de durar décadas hasta abdicar... No debemos idealizar las repúblicas, pues bananeras también hailas
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