Ella era un animal sensual, sexual,
él, sólo un pobre diablo
que hubiese dado el alma al dios del Tártaro
a cambio de un instante alado al lado
de aquel ángel terreno que colmaba
de ausencia y desazón sus fatuos sueños.
Pero nunca se alinearon los planetas
abriendo una ocasión remota al vuelo,
y de aquel coito nunca consumado,
nació el desdén más yermo,
la semilla del mal.
¡ Cuántos desdenes yermos habitan en las mentes que no han consumado coitos con quienes desprecian¡
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