-¡Estoy fastidiado abuelo¡ No tengo un euro para salir de marcha, y mi padre se ha llevado tu paga del mes, con eso de que lo han dejado en paro.
-¡A mí me pasaba lo mismo a tu edad, pero todo era más fácil y barato¡
-¡Sería igual que ahora, por muy carroza que seas¡ ¿Cómo puedo ir con mi pandilla, tan tieso como una momia egipcia, a cenar en la hamburguesería americana? Y luego ¿De dónde saco el dinero para comprar -en la tienda del chino- las botellas de ron y refrescos, para beberlos, mientras nos divertirnos hasta la madrugada?
-Cuando yo era más chico me iba al puesto de chucherías y compraba - por ná y menos- altramuces, palodul, pipas o regaliz a granel. Y me duraban toda la tarde. Y ya de mocito, invitábamos a las novias a un paquetito de almendras saladas, avellanas tostadas, algarrobas, garrapiñadas o higos chumbos. De esos que pregonaban en cualquier esquina los vendedores ambulantes de chaqueta blanca y canasto de mimbre. Y nos llevábamos los vasitos de latón para rellenarlos en los puestos de los aguadores, por media perra gorda.
© Carlos Parejo Delgado.
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