EULOGIO Buenavista fue condenado a oscuridad perpetua, acusado de echarle un mal de ojo a una doncella ciega por nadie nunca vista. Cuando un lustro más tarde, Eulogio, enceguecido, fue puesto en libertad tras haberse probado su inocencia, no pudo contener, al sol, su llanto. Y lloró hasta secarse por completo, quedando en un montón de polvo inerte, sobre el que, incorruptibles, en un afán panóptico, como un inmenso espejo, perduraron sus globos oculares. Jamás nunca pudieron, malditas para siempre, las gentes del lugar cerrar sus párpados.
Ilustración: Salvador Dalí, “Niño geopolítico observando el nacimiento del hombre nuevo”.
Espeluznante ese Elogio con los ojos abiertos para siempre. Cuánto simbolismo se le puede ver.
ResponderEliminarPerdón, Eulogio quise decir. Aunque elogios también te mando todos...jaja.
ResponderEliminarSi todos decimos que eres un buen poéta ..en la prosa eres genial,a mi me encanta .Creas una espectación una intriga sorprendente ...que miedo Eulogio mirando ahi siempre...Los ojos abiertos en un cádaver,da impacto!
ResponderEliminarBesos!