A Cristina Campo
Son mis voces cantando
para que no canten ellos,
los amordazados grismente en el alba,
los vestidos de pájaro desolado en la lluvia.
Hay, en la espera,
un rumor a lila rompiéndose.
Y hay, cuando viene el día,
una partición del sol en pequeños soles negros.
Y cuando es de noche, siempre
una tribu de palabras mutiladas
busca asilo en mi garganta,
para que no canten ellos,
los funestos, los dueños del silencio.
El silencio es compañero de juegos de la soledad. Aveces gusta y es necesario, pero otras...
ResponderEliminarTu Mar
...casi siempre, es necesario cantar, aunque nadie escuche nuestro canto, aunque otros griten más fuerte. Nunca el estruendo superará las melodías que brotan desde el corazón. Nunca, los dueños del silencio, los funestos, lograrán amordazar para siempre los latidos del alma de los que cantan.
ResponderEliminarUn abrazo musical.
El silencio y otras palabras
ResponderEliminarPodría quemar el silencio y otras palabras,
oyendo de las brasas un suspiro envuelto por mis labios,
que envuelven a la noche en un enigma sin solución.
Podría sacar del espejo una imagen inacabada,
arrancando de la piel los restos de una verdad fingida,
a la que reprocho confidencias de las que soy culpable.
Podría seguir a tientas el camino de los sueños,
pasajes de un libro inventado por el latir de un cielo eterno,
cielo que se quebró al ver que los sueños no tienen final.
Podría saborear el arte de morir enamorado,
esperando cruzar un océano de tiempo para encontrarte,
y a pesar de los pesares amarla por no odiarla.
Podría recoger las líneas de la ingenuidad,
escribiendo un poema sobre la frialdad,
sin comprender el porque de la tristeza que en él se puede leer.
Tu Mar