Ayer, una vez más, nos manifestamos por la salvación del planeta —es plural mayestático, yo, por motivos que no vienen a cuento, no pude asistir—. O, mejor dicho, por la salvación del ser humano, que hoy por hoy es la mayor plaga jamás conocida para sí mismo y el mundo, tal vez único e irreemplazable, que lo acoge . Nos manifestamos de buen rollito, como si se tratase de una fiesta más de la democracia, esa gran ausente, felices por contribuir a la salvación del oso polar, el ser humano e, incluso, la progenie de Trump y Bolosonaro. Y salimos en las televisiones de todo el mundo, esas televisiones al servicio de la depredación sin límites y sus voraces alimañas capitalistas. Sí, en todas, porque nuestras manifestaciones festivas, al igual que el discurso de Greta Thunberg, resultan absolutamente inocuas al sistema. Lástima por Greta. Por sus esfuerzos inútiles.Lástima por todos aquellos que, sin obtener atención mediática alguna, perdieron y seguirán perdiendo la libertad y hasta la vida, luchando a pecho descubierto en defensa de diferentes causas ambientales. Lástima por el ser humano. Lástima.
Buen, además de lástima nos reunimos jóvenes, adultos y viejos para manifestar nuestras inquietudes, Fue bonito.
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