En España, con un porcentaje aterrador entre sus habitantes, de tradicionalistas defensores de costumbres de lo más salvajes como si de designios del Señor —el Dios bárbaro del Génesis— se tratasen, es una constante la aparición de corrientes reaccionarias contra lo novedoso o lo diferente. Hoy, por ejemplo, es muy habitual cargar contra los veganos. Como si comerse una hamburguesa de lentejas supusiese un grave e irreparable atentado contra la unidad de destino en lo universal, razón de ser y estar de la Una, Grande y Libre en el lugar más prominente de este emputecido mundo. Aquí, o te zampas cada noche tres platos hondos bien colmados de rabo de toro con patatas fritas y litro y medio de vino peleón, o no eres un buen español, muy español y mucho español. Pues si esto es así, imaginémonos idéntica "filosofía" aplicada a maricones, inmigrantes —siempre que provengan de la miseria, claro— o mujeres que aspiran a entablillarse la pata para tratar de tomar las riendas de sus propias vidas. No, no es Vox, son esas voces —esa tara— que casi en ningún instante dejamos de escuchar en nuestras cabezas. Herencia del misticismo lisérgico de otros tiempos, supongo.
lunes, 19 de agosto de 2019
Rabo de toro
En España, con un porcentaje aterrador entre sus habitantes, de tradicionalistas defensores de costumbres de lo más salvajes como si de designios del Señor —el Dios bárbaro del Génesis— se tratasen, es una constante la aparición de corrientes reaccionarias contra lo novedoso o lo diferente. Hoy, por ejemplo, es muy habitual cargar contra los veganos. Como si comerse una hamburguesa de lentejas supusiese un grave e irreparable atentado contra la unidad de destino en lo universal, razón de ser y estar de la Una, Grande y Libre en el lugar más prominente de este emputecido mundo. Aquí, o te zampas cada noche tres platos hondos bien colmados de rabo de toro con patatas fritas y litro y medio de vino peleón, o no eres un buen español, muy español y mucho español. Pues si esto es así, imaginémonos idéntica "filosofía" aplicada a maricones, inmigrantes —siempre que provengan de la miseria, claro— o mujeres que aspiran a entablillarse la pata para tratar de tomar las riendas de sus propias vidas. No, no es Vox, son esas voces —esa tara— que casi en ningún instante dejamos de escuchar en nuestras cabezas. Herencia del misticismo lisérgico de otros tiempos, supongo.
Lo del misticismo lisérgico es de nota alta, no se que significa
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