lunes, 1 de abril de 2019

La Sevilla olvidada (9) (Carlos Parejo)


Igual que americanos, franceses o ingleses residen en barrios acomodados o el Centro Antiguo, los aproximadamente veinte mil emigrantes pobres que vivimos en Sevilla lo hacemos en gran medida- como en una torre de Babel- en los antiguos barrios obreros de la Macarena Norte. En barriadas como Begoña, El Cerezo, El Rocío, El Torrejón o La Palmilla - surgidas a mediados del siglo XX sobre antiguas huertas- suponemos algo menos de la mitad de la población. Aquí, nicaragüenses, colombianos, venezolanos, bolivianos, peruanos, ecuatorianos, chilenos; senegaleses, nigerianos, argelinos o marroquíes; eslovacos, rumanos, albaneses y ucranianos; y árabes y chinos, tenemos pisos en bloques de 4 y 5 plantas sin ascensor, habitados bajo la bandera de la misma nacionalidad, y compartidos mediante su división por habitaciones. Por ellos pagamos entre todos (de 5 a 10 personas hacinadas en pisos de 40 0 60 metros cuadrados) menos de mil euros al mes.

Algunos pisos también funcionan como negocios hosteleros de bajo coste. Son los pisos-patera donde permanecen efímeramente decenas de emigrantes mientras toman impulso para llegar al resto de España o Europa. Estos son pisos donde cada día de estancia se paga una cifra mínima- de hasta 8 euros por dormir en la azotea-pero donde se cobran 3 euros a los que vienen por utilizar la ducha y 10 por hacer la colada en la lavadora. La picaresca consecuente es que consumen unas cantidades enormes de agua que superan las del resto de los vecinos de cada bloque y, como no hay contadores individuales, otros vecinos se quejan de que pagan más de la cuenta.

El paisaje urbano tiene aquí la huella impresa de esta presencia extranjera en forma de locutorios, cibercafés, peluquerías tribales y nacionales, y otras tiendas propias como las de cosmética o moda, o de la abundancia de restaurantes de cocina étnica.

De estos barrios salimos cada mañana cientos de vendedores ambulantes, manteros y vendedores de semáforo, que inundamos los diferentes barrios de Sevilla capital. Cuando volvemos al anochecer se nos ve congregados en determinadas plazas, charlando y divirtiéndonos hasta la madrugada. Y uno puede pensar fácilmente: ¿Estamos en Sevilla? ¿Dónde están los sevillanos?

(¢) Carlos Parejo Delgado

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