Nos han robado el olfato, que es el sentido donde se residencian los recuerdos. El que antaño, ha mucho ya, nos permitía reconocer los caminos que conducen hacia la inalcanzable plenitud del horizonte, y huir de los vacíos que a su paso va dejando la codicia humana -esa incansable plaga-. ¿A qué huele la nada? A galope homicida de caballo de Atila. A saqueo y tierra quemada. A destrucción, a esa destrucción que subyace bajo el decorado destinado a enmascarar el azote pestilente de esa alimaña deletérea que, en nuestra anosmia crónica, hemos dado en llamar progreso.
Pesimismo con los políticos. toma Okal y te sentirás fenomenal
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