jueves, 31 de enero de 2019
A mi dentista (Agustín Casado)
Cosa que tengo por cierta:
que si aquellos que al currar
dejan siempre al personal
mudo y con la boca abierta
tenidos son por artistas,
es de lógica que advierta,
pues lo hace al pie de la letra,
que el más grande es mi dentista.
Cuando llamé yo a esta puerta
no era lo mío una boca
que más era fiesta loca
de piños y muelas muertas.
Y apenas meses después
gracias a su mano experta
(qué suerte cuando se acierta)
he dejado los purés
y vuelvo a los bocadillos,
como aceitunas con hueso,
ya no atufo cuando beso
a las damas a tornillo,
he tirado las pastillas
de Melabón y Nolotil,
si sonrío soy Brad Pitt.
Chuletón, no más tortillas,
se acabaron las papillas
y muerdo con tanta inquina
que de un bocao a una esquina
hecha dejo una taquilla.
Por ser uno bien nacido
si a quien te sonríe una vez
ya agradecido has de ser,
de acuerdo estarás conmigo
que diga como aquí digo
que a aquél que te convida
a sonrisas de por vida
le tengas por más que amigo.
Y termino ya enseguida
este rollo de monólogo;
jurando que mi odontólogo
más que eso es un druida,
el summum de la destreza,
y no digo con dos cojones
porque éste cuando se pone
ya no para cuando empieza
y no sea que oyendo el taco
quiera hacerme una limpieza,
o cambiarme alguna pieza,
o quitarme del tabaco.
Texto e ilustración: Agustín Casado
No hay comentarios:
Publicar un comentario